Hace diez años, junto a otros cuatro compañeros, puso en marcha el Instituto Balear de Estudios en Arqueología Marítima, volcado en la investigación, protección y difusión del patrimonio subacuático. No descarta que los profesionales acaben encontrando enterramientos o poblados prehistóricos en el Mediterráneo
Los rasgos insólitos del barco romano que será extraído del fondo del mar balear: “Es un compendio de la evolución”
“Nosotros, como arqueólogos, tenemos una doble misión: una misión científica que se refleja en publicaciones y en revistas especializadas, pero también una función social que tiene que trascender a la comunidad para que la gente sea consciente de la importancia que tiene este patrimonio”. Javier Rodríguez Pandozi es arqueólogo subacuático y desde hace 16 años que se dedica a explorar los fondos marinos en busca de restos que permitan desentrañar el pasado para conocer mejor el presente. En 2014, junto a otros cuatro compañeros, puso en marcha el Instituto Balear de Estudios en Arqueología Marítima (IBEAM), radicado en Formentera, que se vuelca en la investigación, protección y difusión del patrimonio arqueológico subacuático de Balears al amparo de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, aprobada en 2001 por la Unesco y cuya misión pasa por velar por una protección eficaz de este patrimonio y preservarlo en beneficio de las generaciones venideras.
En una entrevista concedida a elDiario.es, Rodríguez Pandozi destaca el “enorme potencial” del archipiélago balear en cuanto al patrimonio arqueológico subacuático dado que las islas se encontraban en el centro de todas las rutas comerciales que atravesaban el Mediterráneo, especialmente a partir de la época romana. Con todo, asegura que los hallazgos descubiertos no suponen “ni la punta del iceberg” en contraste con sus expectativas respecto al patrimonio que todavía yace sobre el lecho marino “esperando a ser documentado”.
En este contexto, el arqueólogo subacuático recalca la importancia de concienciar a la población sobre el valor del patrimonio que aún permanece hundido y de notificar a las administraciones cualquier hallazgo, teniendo en cuenta el expolio “terrible” que se llevó a cabo durante el pasado siglo, sobre todo con el auge del buceo a partir de los años 60. El IBEAM cuenta, de hecho, con una herramienta, SOS Patrimonio, en la que dar cuenta de cualquier tipo de descubrimiento bajo el mar. “Hemos puesto en marcha el primer centro de arqueología subacuática que existe en Balears. Al día siguiente de abrirlo, un vecino de la isla depositó en él un conjunto arqueológico que había extraído de un yacimiento. Esto ya te está diciendo que si a la población le dices que hay una apuesta por proteger este patrimonio, la gente responde”, señala.
¿Cuántos naufragios hay documentados en Balears y cuántos cree que están por descubrir?
La verdad es que no disponemos de cifras concretas, pero podemos utilizar la misma lógica que empleaba otro arqueólogo cuando le hacían esta pregunta: si dijéramos que cada año, desde que conocemos que se navega -en el caso de Balears desde hace 5.000 ó 6.000 años-, se hubiese hundido un barco al año, nos podría salir un número interesante. ¿Cuántos hay? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es el enorme potencial del archipiélago en cuanto al patrimonio arqueológico subacuático dado que se encontraba en el centro de todas las rutas comerciales, tanto las que unían el norte de África con Europa, como las unían el este con el Mediterráneo. Todo pasaba por Balears. Era un punto de paso vital para las rutas comerciales, ya fuese para hacer negocio o bien para resguardo, para aguada o para realizar reparaciones. En época romana las islas comenzaron a cobrar muchísima importancia dentro del panorama del Mediterráneo en su conjunto. De todos los hallazgos descubiertos, no hemos visto ni la punta del iceberg.
¿Por qué no se encuentran documentados?
Vivimos en un sistema de autonomías, que tiene cosas buenas y no tan buenas. Cada comunidad autónoma es competente en cuanto a la gestión de su patrimonio y lleva a cabo sus cartas de arqueología subacuáticas, que son catálogos o registros en los que se contabilizan todos los yacimientos arqueológicos que se encuentran debajo del agua y donde se informa de su cronología y su ubicación. En el caso de Balears, tienen una idiosincrasia muy particular porque cada isla es competente de su patrimonio y lo gestiona de una manera u otra. En el caso de Formentera, que es donde nosotros trabajamos desde el IBEAM, desde hace diez años llevamos a cabo las cartas subacuáticas de la isla, donde hemos localizado e inventariado 18 yacimientos arqueológicos fantásticos. Hay que tener en cuenta que es un número muy pequeño en comparación con las expectativas que tenemos en cuanto al patrimonio que todavía yace debajo del agua, sobre el lecho marino, esperando a ser documentado.
Tenemos muchas evidencias de que hay mucho más sencillamente dándonos un paseo por la isla: desde hace muchísimos años, sobre todo a partir de los años 60, que es cuando se populariza la actividad del buceo y la gente empieza a meter la cabeza debajo del agua, comenzaron a descubrir un mundo que a mí me hubiera encantado ver. Imagínate el Mediterráneo en los años 60, debía de haber de todo en ese paisaje submarino. Tenía que ser impresionante. ¿Qué ocurre? La gente empezó a sacarlo y ahora lo vemos en casas privadas y en negocios. Tenemos material arqueológico de procedencia subacuática que sabemos que viene de Formentera, de yacimientos que no hemos localizado todavía.
Desde hace muchísimos años, sobre todo a partir de los años 60, cuando se populariza la actividad del buceo y la gente empieza a meter la cabeza debajo del agua, comenzaron a descubrir un mundo que a mí me hubiera encantado ver. Imagínate el Mediterráneo en los años 60, debía de haber de todo en ese paisaje submarino. Tenía que ser impresionante. ¿Qué ocurre? La gente empezó a sacarlo y lo vemos en casas privadas y en negocios
Hablaba antes sobre la época romana, pero ¿qué hay de los siglos anteriores, del mundo fenicio o del púnico?
No es que sea más complicado hallar restos de esas épocas. Pero hay que entender que en la época romana, sobre todo en la imperial, el comercio marítimo se dispara. Entonces hay más probabilidades de encontrar más barcos de esa época porque había más barcos en circulación. Hay un equipo de investigación que está estudiando un barco púnico en Mallorca [en Calvià y presumiblemente del siglo IV a.C.], pero es verdad que casi todo lo que hemos encontrado es de época romana y también muchos restos de época medieval y posmedieval, sobre todo vinculados a la actividad de la piratería que venía del norte de África y que remontaba la costa de poniente de Formentera para lanzarse a atacar o bien a Eivissa o bien a Dènia. Desde el siglo XV o XVI hasta el XIX tenemos muchos vestigios y muy interesantes.
¿Podemos considerar que los restos arqueológicos son una manifestación de las transformaciones sociales o económicas que se produjeron en las distintas épocas?
El Mediterráneo es, realmente, una autopista por la que se transportan no solo mercancías: aquí llegan revoluciones sociales y movimientos artísticos y religiosos. Y todo llega a través del mar. Yo creo que esa es la parte más interesante. Muchas veces, cuando hablamos de patrimonio cultural marítimo, nos preguntamos: ¿dónde ponemos el límite en una isla? En Formentera, por ejemplo, las iglesias tienen forma de fortaleza porque se construyeron en un momento en el que estaba en auge la piratería del norte de África, una amenaza que venía a través del mar. No son las torres de defensa que vemos en las costas. Entonces, aunque hablemos de arquitectura, muchas veces la arquitectura del interior está condicionada por lo que sucede en el mar. Digamos que la unión entre patrimonio cultural y el mar es muy íntima en las islas. Por eso es tan importante y por eso nos llama la atención que se le dé tan poco valor.
¿De qué forma está influyendo el cambio climático en el afloramiento de pecios que hasta hace poco se hallaban enterrados en el fondo marino?
Cuando estudiaba la carrera, un profesor muy reputado y una de las principales figuras de la arqueología subacuática española siempre nos decía que ya se había estudiado de los 0 a los 20 metros de profundidad y que nuestro futuro está a partir de los 20 metros. Como instituto de investigación, hemos visto que desde 2014 hasta 2024, el 70 o el 75% de los yacimientos que hemos podido documentar se encuentran entre los 0 y los 20 metros, muchos de ellos a tan sólo dos metros de profundidad. Hemos visto casos, por ejemplo, como el de un pecio que apareció en la zona del levante de Formentera que se encuentra a apenas dos metros y que apareció precisamente por un temporal muy fuerte. También lo hemos visto en Portocristo, en Mallorca, donde desde hace diez años estamos estudiando un yacimiento a dos metros y medio, o en el barco de Ses Fontanelles, en Can Pastilla, que se encuentra a dos metros y en cuya intervención participó de urgencia el IBEAM en 2019. Es una dinámica que estamos viendo con cierta asiduidad y es posible que sea por esta abundancia, bastante rara, de fuertes tormentas que rotan con mucha virulencia.
¿Qué porcentaje cree que había de barcos que se hundían y cuántos llegaban a la costa, o qué posibilidades tenían de llegar finalmente a su destino?
Es difícil saberlo, pero vamos a plantearlo de otra manera. Vamos a decir que la forma de transporte más popular desde la antigüedad hasta principios del siglo XX han sido las rutas marítimas, hasta que empezaron a volar los aviones. Incluso hoy en día el principal medio de transporte para transportar mercancías es la vía marítima. Cuando un barco quedó atascado en el Canal de Suez, rompió el suministro de productos tecnológicos básicos con Europa. Eso nos está diciendo que las rutas marítimas aportan una cierta seguridad al transporte de mercancías, lo que es extrapolable también a la antigüedad. ¿Qué porcentaje llegarían a su destino? No lo sé, pero lo que es probable es que fuera mucho más seguro y rápido que transportar las mercancías por tierra. Era un medio de transporte hasta cierto punto seguro, no exento, claro, de dificultades y riesgos. Y si es el método de transporte principal desde la antigüedad hasta nuestros días, entendemos que el volumen de mercancías que llegaban era muy elevado.
La Convención de 2001 de la Unesco prohíbe el pillaje y la explotación e insta a la ciudadanía a proteger los objetos y restos enclavados bajo el mar. ¿Se cumple en la actualidad?
La verdad es que es muy complicado cambiar la mentalidad de una comunidad o de una sociedad simplemente a través de un documento que en su gran mayoría solo conocen los expertos que se dedican a esto. Es decir, los arqueólogos tenemos un problema y es que muchas veces nuestro trabajo no trasciende a la comunidad. Esta es una de las cosas en las que más he intentado trabajar. Nosotros, como arqueólogos, tenemos o deberíamos tener una doble misión: una misión científica que se refleja en publicaciones y en revistas especializadas, pero también una función social que tiene que trascender a la comunidad para que la gente sea consciente de la importancia que tiene este patrimonio.
Nosotros, como arqueólogos, tenemos o deberíamos tener una doble misión: una misión científica que se refleja en publicaciones y en revistas especializadas, pero también una función social que tiene que trascender a la comunidad para que la gente sea consciente de la importancia que tiene este patrimonio
Tenemos que hablar para la gente que no es especialista y esto se traduce en actividades educativas pedagógicas, sobre todo para niños, pero también para personas adultas a través de exposiciones, documentales, libros, etcétera. Entre los años 60 y principios de los años 2000 se produjo una actividad de expolio terrible, brutal. A partir del año 2000 es verdad que se inició una serie de de programas, sobre todo entre las poblaciones más locales costeras, y la gente empezó entonces a entender que esto tiene un valor. También es verdad que entre finales de los 70 y principios de los 90 empieza a haber una cierta actividad científica en torno al patrimonio cultural subacuático, con noticias en la prensa, en la radio y en la televisión, aunque de forma muy tibia. Cuando nosotros llegamos en 2014 y empezamos a hablar con la gente para preguntarle qué sabía del tema, en primer lugar nos decían que no sabían nada. Pero cuando íbamos tirando un poco del hilo empezaban a decir: “Bueno, sí, he visto un ánfora”, algo a lo que hasta entonces no daban el valor que nosotros sí le damos.
Cuando poco a poco comenzamos a decirles qué era lo que investigábamos, que intentamos reconstruir la historia marítima del lugar y que todos estos objetos ayudan, empezamos a recibir un montón de información. De hecho, el 90% de los yacimientos que nosotros hemos documentado ha sido porque buceadores de Formentera nos han indicado dónde estaban. Ha sido un trabajo a largo plazo de diez años. No funciona simplemente escribir un decreto o decir en un BOE que un bien de interés cultural no se puede expoliar si luego no hay una actividad educativa que lo acompañe. Y es un fallo muchas veces de los propios arqueólogos. El expolio es culpa principalmente del que lo lleva a cabo, pero nosotros, como estudiosos, tenemos una corresponsabilidad por no haber sido capaces de explicar a la sociedad la importancia que tienen estos tesoros. Resumiendo la respuesta, todavía hay expolio, aunque es verdad que hay menos porque los arqueólogos hemos tomado conciencia de ello y hemos empezado a explicar a la sociedad qué es lo que hacemos y cuál es su valor.
Y esos objetos expoliados que se encuentran en viviendas y en otros lugares privados, ¿es posible recuperarlos?
Pues mira, sí. Por ejemplo, hemos puesto en marcha el primer centro de arqueología subacuática que existe en Balears y lo hemos impulsado en el puerto de la Savina, en Formentera. Al día siguiente de abrirlo, un vecino de la isla depositó en él un conjunto arqueológico que había extraído de un yacimiento arqueológico subacuático. Esto ya te está diciendo que si a la población le dices que hay una apuesta por proteger este patrimonio, la gente responde.
En este sentido, tendríamos que dividir en dos grupos a quienes se apropian de estos bienes: los que los expolian y que realmente son un número muy reducido, y los que tienen una curiosidad mal dirigida, por así decirlo, lo que no lo convierte en una mala persona ni en un criminal. Desde luego, está haciendo una actividad que es ilícita y éticamente reprochable, pero en el momento que tú le explicas que el objetivo del centro es tratar este material inmediatamente, han llegado y nos lo han depositado. Lo que confiamos es que esta sea una dinámica que se extienda y poco a poco la gente vaya intentando deshacerse de todos esos restos arqueológicos que puedan tener en sus casas, donarlos al Consell Insular que le corresponda y que los investigadores podamos tener acceso a este material y, en la medida de lo posible, salvarlo. Porque cualquier material que se extrae sin un control ni un tratamiento específico al cabo de pocos años va a acabar destruido.
La arqueóloga subacuática Rocío Castillo Belinchón señala que el patrimonio cultural subacuático no solo son restos de barcos y ánforas bajo el mar, sino también pueden hallarse enterramientos como el Dolmen de Guadalperal, sumergido en el embalse de Valdecañas (Cáceres), o un poblado neolítico como el de La Draga, localizado bajo las aguas del lago de Banyoles. ¿Cabe esperar esta posibilidad en el Mediterráneo?
Por supuesto, y por una razón muy sencilla: el nivel del mar ha ido subiendo con los años y Balears tiene, además, una particularidad, y es que en el ámbito de la prehistoria vemos que hay un menor número de yacimientos costeros, lo que posiblemente se deba no a que aquí haya menos, sino que muchos de los que hay están sumergidos y no hemos sido capaces de verlos. Entonces volvemos otra vez al tema del calentamiento global, a la subida del nivel del mar y a cómo afecta esto al patrimonio cultural subacuático. Y en el caso de Balears por supuesto que puede darse esta esta situación, y, de hecho, es algo que deberíamos planteárnoslo.
¿Qué proyectos tienen en marcha en la actualidad?
Ahora mismo nos estamos centrando en hacer completamente funcional el laboratorio que hemos puesto en marcha en Formentera. Uno de nuestros principales intereses es la investigación en el ámbito de la restauración y conservación de materiales de procedencia subacuática. En Balears no disponemos de laboratorios especializados para tratar este material, por lo que una de las primeras cosas que estamos haciendo es trabajar en esta vía y potenciarla. También estamos volcados en el proyecto de innovación e investigación de la cala de Portocristo y también estamos estudiando un espacio en el levante de Mallorca donde sabemos que hay hasta cinco barcos hundidos. Hemos excavado uno y ahora estamos intentando estudiar los otros cuatro.
Además, vamos a empezar un proyecto de investigación en Formentera dirigido a estudiar un barco que se encuentra en el horizonte entre el mundo púnico y el romano del siglo II a.C. Todo esto a nivel científico. Pero también está la parte social de la que hablábamos antes. Estamos intentando firmar convenios con las cofradías de pescadores e intentando comprobar de qué manera somos capaces de unir fuerzas para que otras actividades como la pesca de arrastre no afecte al patrimonio cultural sumergido a grandes profundidades, que es otro desafío. ¿Cómo protegemos aquellos yacimientos que están fuera de los límites del buceo recreativo y donde ya entra el buceo técnico o a grandes profundidades? Es una investigación que estamos llevando a cabo y que está dando muy buenos resultados.
Algunos profesionales de la arqueología subacuática denuncian que la precariedad y la falta de presupuesto lastran sus investigaciones y que, pese a la gran cantidad de historia que hay bajo el mar, las administraciones se empeñan a mirar hacia otro lado...
En Balears, por ejemplo, hay un problema muy serio y es que la Administración no invierte en patrimonio. En general no se invierte. Hay islas que tienen ciertas subvenciones de investigación, pero eso no permite a la gente poder desarrollar carreras científicas prolíficas, porque al final el escenario da para aguantar solo un mes. Luego, claro, muchos se dedican a la arqueología de gestión. No hay seguimientos. Hay una falta completa de inversión pública en el ámbito de la arqueología, pero sobre todo en el de la arqueología subacuática.
Nosotros, cuando empezamos y creamos este centro de investigación [el IBEAM], que es privado, lo hicimos porque hay una ausencia total de centros de investigación públicos dedicados a la arqueología subacuática en cualquiera de las islas de Balears. Vivimos en una realidad donde la inversión pública es prácticamente nula y tenemos que suplirla con otros medios. Y por lo que nosotros apostamos es por intentar atraer la inversión privada, sobre todo de empresas del ámbito turístico, que cuentan con unas políticas de responsabilidad social corporativa y unos presupuestos destinados a ello y que generalmente, en el 90% de los casos, se dedican a temas medioambientales. No nos podemos cerrar en banda en que si no hay inversión pública no se puede hacer investigación. Tenemos unas reglas del juego y tenemos que jugar con las que hay, pero hay que intentar cambiarlo.