El partido de Puigdemont cree que el Gobierno debería arremeter contra el Supremo por negarse a aplicar la amnistía y aunque encarecerá sus votos no se plantea sumarse a una moción de censura con PP y Vox
La conquista del Govern y las grandes ciudades catapultan al PSC a una concentración de poder inédita
¿Por qué Sánchez ya no puede contar con los votos de Junts en el Congreso? No hay una sola razón, pero sí varios factores que explican el malestar de la formación independentista. Van desde el rechazo del Tribunal Supremo a amnistiar a Carles Puigdemont a la presidencia de Salvador Illa o la pugna con ERC por liderar el independentismo.
Es evidente que las maniobras del Supremo para negarle la amnistía a Puigdemont no son culpa del Gobierno. Pero fuentes de Junts explican a elDiario.es que echan en falta una mayor contundencia por parte del Ejecutivo a la hora de pedir cuentas a los jueces que se están negando a aplicar la ley, empezando por Pablo Llarena y siguiendo por la Sala de lo Penal presidida por Manuel Marchena. Puigdemont los ha bautizado como ‘la toga nostra’.
La Fiscalía del Supremo recurrió la decisión de denegar la medida al expresident y rebatió la particular argumentación del juez Llarena, quien adujo que los líderes independentistas se habían lucrado con el 1-O al no haber puesto de su bolsillo los fondos para organizar la votación.
Pero para los independentistas esto no es suficiente, y reclaman del conjunto del Gobierno una actitud igual de contundente que la que mantiene cuando se refieren a otro juez, Juan Carlos Peinado, contra el que la Abogacía del Estado ha presentado una querella en la causa abierta contra la esposa del presidente, Begoña Gómez.
Pese a que el ministro Óscar Puente ha sido de los más críticos contra el Supremo, en Junts no gustaron las declaraciones que hizo hace un par de semanas señalando que el Gobierno “ha hecho lo que podía y lo que debía”, y que ahora es el turno de que los jueces hagan “lo que corresponde, que es interpretar las leyes con arreglo, sobre todo a su tenor literal”.
El secretario general de Junts, Jordi Turull, le replicó que ellos consideran que el Ejecutivo puede hacer “mucho más”. “El Estado y el Gobierno del Estado tienen mecanismos para actuar jurídicamente contra aquellos jueces que han decidido no aplicar la ley a determinadas personas”, le contestó. Y esta misma semana, la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, insistió en pedir cuentas al presidente del Gobierno: “Sánchez debe dar explicaciones sobre la prevaricación por parte del Supremo en la aplicación de la ley de amnistía”.
Sánchez podía escoger entre ayudar a Salvador Illa a ser president de la Generalitat o contentar a Puigdemont a cambio de garantizarse los votos de Junts en el Congreso. Desde el día después de las elecciones autonómicas estaba claro que los socialistas no facilitarían una presidencia de Puigdemont y que Sánchez antepondría un gobierno del PSC que culminara su política de ‘pacificación’ a la aritmética en el Congreso.
Los independentistas le avisaron de que la vida parlamentaria del PSOE se iba a complicar mucho (tampoco es que antes fuese muy fácil). Sánchez ya ha empezado a comprobarlo esta semana, cuando Junts se desmarcó de la mayoría de la investidura en la Diputación Permanente. A no ser que cambien mucho las cosas, la votación que confirmará las dificultades que le esperan al PSOE será la de los Presupuestos. El Gobierno los presentará, aunque sabe que hay muchas probabilidades de que tenga que volver a prorrogarlos por falta de apoyos suficientes.
Junts explicó ya al inicio de la legislatura que, a diferencia del resto de partidos que apoyaron la investidura de Sánchez, ellos no se consideran parte de ningún bloque. Nogueras lo ha recordado en muchas intervenciones, ya fuese para justificar un voto de apoyo a los socialistas o para situarse al lado del PP.
Aunque la supervivencia de Sánchez vaya a ser cada vez más difícil, solo una moción de censura podría desalojarlo de La Moncloa. Para ello deberían aliarse PP, Vox y Junts. Fuentes del partido independentista aseguran que ellos no tienen ninguna intención de participar en una operación así.
El último fin de semana de octubre se celebrará en Calella (Barcelona) el congreso de Junts, un cónclave que servirá para reforzar el tándem de Puigdemont y Turull para liderar el partido. Es ya la fórmula que funciona ahora aunque formalmente puede implicar que la actual presidenta, Laura Borràs, quien ha ido perdiendo mucha influencia, quede aún más relegada en la toma de decisiones y tenga que conformarse con un cargo más simbólico que efectivo.
Aunque a menudo se especule sobre el protagonismo del sector bautizado como pragmático (el que era partidario de seguir en el Govern de Aragonès pero perdió en la votación de la militancia), las riendas y los planes del partido seguirán en manos de los dirigentes más afines a Puigdemont. En el cónclave se debatirán tres ponencias, una sobre estrategia, otra sobre organización y una tercera sobre el modelo de país. En las tres se evidenciará que el expresident sigue fijando la estrategia de Junts.
“Junts será quién defenderá delante de Madrid a los ocho millones de catalanes”, proclamó Puigdemont en el mes de julio ante las más de 2.000 personas que le aclamaron en el acto de celebración del cuarto aniversario de la fundación del partido que tuvo lugar en Els Banys i Palaldà (Francia). El líder independentista hacía referencia a la subordinación que, a su entender, mantendrá el Govern de Illa respecto al PSOE. Pero también era la manera de reivindicarse como referente para los votantes independentistas que puedan estar decepcionados con ERC.
La mala relación entre ambas formaciones quedó evidenciada con toda su crudeza cuando Puigdemont puso por escrito en una carta que su detención era “una posibilidad real” por culpa de ERC, algo que enojó mucho a los republicanos. La posterior maniobra del expresident para escaparse de los Mossos el día de la investidura de Illa les indignó todavía más. En especial al que entonces era conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, hombre muy próximo a Oriol Junqueras.
Junts quiere ser el primer partido del independentismo y a la vez recuperar apoyos entre los antiguos sectores afines a Junts, esos a los que ERC no consiguió aproximarse y a los que Illa gusta por su discurso sobre infraestructuras y seguridad.
En esa competencia permanente entre posconvergentes y republicanos, ERC puede también encarecer su apoyo a Sánchez puesto que ya no necesita buscar apoyos para su Govern. Hasta que en su congreso aclare si Junqueras se sitúa o no otra vez al frente del partido no se moverá nada en esta formación. Así que este otoño se dilucidará si siete años después del famoso octubre del 2017, Puigdemont y Junqueras siguen pugnando por liderar el movimiento independentista.