El cazador, de RuNyx (Ediciones B). Estos días me he escapado con la familia a un hotel de La Manga y, tirados en la piscina, descubrí a mi hija mayor leyendo esta novela que supongo que es muy popular. Ella me retó a que yo también me la leyera, ante lo cual me puse a buscar información sobre el libro en internet… “La reina del romance oscuro, RuNyx, llega a España con su mafia romance más viral y el primer título de la serie Dark Verse, fenómeno en BookTok”, pude leer en internet, ante lo cual contesté a mi hija con un “claro, cuando lo termines me lo pasas”, y me fui a beberme algo fuerte al bar.
Saltos mortales, de Charlotte Van den Broeck (trad. de Gonzalo Fernández Gómez; Acantilado). Con motivo del premio que el Ministerio de Cultura les ha concedido este año, he decidido probar suerte con esta editorial cuyo catálogo desconocía (es broma, recuerden que su amigo Germán es todo un intelectual) para decantarme por esta original propuesta en la que se recogen trece historias de arquitectos cuyo enfermizo afán de perfección los condujo hasta el suicidio. ¿Por qué entre ellos no hay ningún caso español, se preguntan? Porque aquí somos más de la escuela de Santiago Calatrava: ya se caigan mis edificios a pedazos, ya se resbale la gente al cruzar mis puentes, que yo, mientras cobre mi pasta gansa, dormiré fenomenal.
Los impotentes, de Nicolás Giacobone (Seix Barral). Como todos sabemos, el tema de la cancelación de figuras públicas está muy en boga en estos tiempos (el tema de cancelar a los intelectuales que, como yo, venimos de provincias, es ya otro melón que algún día me atreveré a abrir). De esto trata la nueva novela del gran Nicolás Giacobone (guionista, junto con Alejandro González Iñárritu, de obras maestras como Birdman o Bardo, aunque esta última solo me gustase a mí). ¿Debemos juzgar a los artistas por sus obras, o por los errores que cometieron en vida? Yo, que hace unos días me enteré de que la muy premio Nobel Alice Munro avaló que su marido abusara sexualmente de su hija (sí, sí: búsquenlo), opino que me parece bien esto de la cancelación: será por escritores, cineastas y pintores buenísimos, como para preocuparnos por perder del listado de admirados a alguna cabrona, a algún cabrón.
1984, de George Orwell (trad. de Miguel Temprano García; Penguin Clásicos). Sé que esta novela no es una novedad (hace por lo menos cuarenta años que no lo es), pero sí que es nuevo para nosotros el que venga editada con el diseño británico original, este de las dos franjas de color naranja y el chulesco pingüino mirándonos como diciendo “Bueno, ¡y qué!”. ¿Bueno, y qué, pajarraco de la pérfida Albión? Pues que, por muy anglófilos que seamos en cuanto a literatura se refiere, no creo que haga falta copiarles hasta los diseños de sus colecciones míticas cuando por aquellos años nosotros también teníamos ediciones chulísimas —recuerden, por ejemplo, la de Áncora y Delfín en Destino, o la de la popular Colección Austral— que espero que algún día nos atrevamos a recuperar.
Cartas a la princesa, de Mario Levrero (Literatura Random House). Todos le tenemos cariño a Mario Levrero, tanto por la calidad de su escritura como por el cuajo que demostró al gastarse una señora beca Guggenheim en la escritura de un libro —La novela luminosa, buenísimo— en el que básicamente contaba durante seiscientas páginas cómo instalaba y desinstalaba programas de su ordenador. Es por eso por lo que nos alegramos de que este Cid uruguayo siga publicando tanto después de muerto, en esta ocasión con unas cartas que escribió a un romance de madurez y que ha rescatado del olvido Ignacio Echevarría (como yo, crítico literario célebre en los noventa), quien ahora parece dedicar su tiempo —le toca Levrero pero antes fueron Bolaño y Benet— a editar textos menores de autores semiolvidados que, salvo nosotros dos y algún otro colgado, no sé quién más estará interesado en leer.
Paso ligero: La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y XXI), de José Luis Morante, ed. (La Isla de Siltolá). Seré escueto, ya que este libro propone una celebración de la concisión literaria. ¿Sobre el título? Muy inspirado ese “paso ligero”, aunque un poco largo el subtítulo para un libro sobre el arte de la brevedad. ¿La propuesta? Dos libros al precio de uno: por un lado, un ensayo de Morante en el que contextualiza todo lo que necesitábamos saber sobre el género del aforismo y su tradición; por el otro, una antología de autores de la talla de Juan Ramón Jiménez, Unamuno o Cristóbal Serra que se lee la mar de bien. ¿En definitiva? Que un buen libro de aforismos es como… Mierda: aunque me guste mucho leerlos, la verdad es que a mí los aforismos se me dan fatal.
Plagie copie manipule robe reescriba este libro, de Valeria Mata (Comisura). Un ensayo interdisciplinario y ecléctico que conjuga textos de ámbitos diversos como la crítica literaria, la estética, la filosofía, la poesía, la economía política, la antropología y la historia del arte y que interesará a lectores y lectoras de todo tipo en la medida en que el libro reflexiona sobre algunas de las claves del proceso creativo. Ejem… ¿No se dan cuenta de que esta reseña no esconde chistecito, de que no parece escrita por Germán? Es que simplemente he fusilado el texto de contraportada a los de la editorial, a ver si realmente predican con el ejemplo y les parece bien este siempre polémico asunto de plagiar.