Ocho meses después de que el diario Haaretz señalase, citando a una fuente policial anónima, que el fuego disparado por helicópteros israelíes contra “terroristas de Hamás” también pudo haber alcanzado “a algunos participantes del festival [de música, conocido como Nova]”, uno de sus periodistas publica ahora la mayor investigación realizada hasta la fecha por este diario sobre lo sucedido el 7 de octubre. Ese día murieron unas 1.200 personas y otras 250 fueron secuestradas y llevadas a la Franja de Gaza.
Según los documentos y los testimonios de soldados, oficiales de rango medio y superior de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) recopilados por el rotativo, durante el caos reinante en las horas posteriores a la operación “Tormenta de Al Aqsa” de Hamás, mandos militares israelíes habrían activado de forma generalizada y en distintos puntos de la frontera la llamada “directiva Aníbal”, que defiende el uso de la fuerza por parte del ejército para evitar que sus soldados caigan en manos del enemigo, incluso a costa de su vida o de la de los civiles.
Así, a las 11.22 de la mañana, unas cinco horas después de la incursión de Hamás y cuando el Ejército israelí ya sabía que sus milicianos habían secuestrado a decenas de personas, llegaba una orden a la División de Gaza: ningún vehículo puede regresar a la Franja. “Todos sabían entonces que esos vehículos podían transportar civiles o soldados secuestrados. Todos sabían lo que significaba no permitir que ningún vehículo regresara a Gaza”, explica una fuente militar al diario israelí. Quedaba, por tanto, abierta la veda para disparar a cualquier cosa sospechosa cerca de la valla fronteriza, si bien aún se desconoce si civiles y soldados fueron alcanzados por los disparos israelíes a los que unos y otros estuvieron expuestos.
Otro funcionario de defensa familiarizado con las operaciones del 7 de octubre, cita Haaretz, apuntó a severas fallas de información acerca de lo que realmente estaba aconteciendo fuera de las guarniciones militares israelíes de la zona, el primer objetivo de los milicianos de Hamás. “Todo el mundo estaba conmocionado por la cantidad de terroristas que habían penetrado en la base. Ni siquiera en nuestras pesadillas teníamos planes de un ataque de ese tipo. Nadie tenía ni idea de la cantidad de personas secuestradas, ni de dónde se encontraban las fuerzas del ejército. Hubo una histeria colectiva y se tomaron decisiones sin ninguna información verificada”, continuó.
Según la información obtenida por Haaretz, validada por el Ejército, el protocolo Aníbal se empleó en al menos tres puestos militares, entre ellos la base de Reim, que albergaba el cuartel general de la División de Gaza y el puesto avanzado de Nahal Oz, donde estaban estacionadas las mujeres observadoras, que llevaban días alertando a sus mandos de movimientos inusuales al otro lado de la frontera con Gaza.
A las 10:19 horas llegaba un informe inquietante: un zik —un avión no tripulado de asalto— había atacado la base, previo aviso a sus ocupantes de mantenerse en el interior del recinto militar, pues minutos después entraría un comando de fuerzas especiales. El Ejército ignora aún hoy si alguno de sus miembros resultó herido por el fuego con drones, pero “cualquiera que tomara una decisión así sabía que nuestros combatientes en la zona también podían ser atacados”, apunta una de las fuentes consultadas por el diario de Tel Aviv.
Donde no se tomaron tantas precauciones fue a primera hora de la mañana en el paso fronterizo de Erez, la terminal que separaba a Israel de Gaza antes del 7 de octubre, más parecida a la de un pequeño aeropuerto que a la de un cruce fronterizo destinado a aislar a un depauperado territorio como Gaza. “Hannibal en Erez”, “envíen un Zik”, ordenaban desde el cuartel general de la División de Gaza minutos después de las 7.15 de la mañana cuando recibieron la noticia de un posible secuestro de una persona desplegada en el paso de Erez. El significado de la orden era claro, era la primera, pero habría más. La incursión de Hamás acababa de empezar.
Con el transcurso de las horas y según avanzaba el día, los mandos del Ejército israelí empezaron a tomar conciencia de la magnitud del ataque de Hamás sin que ello se tradujera en un despliegue temprano y eficaz de sus fuerzas que protegiera a los kibutz cercanos a la valla fronteriza. Ese fue el caso de la comunidad de Nir Oz, donde las primeros soldados llegaron solo cuando los milicianos de Hamás ya se habían marchado, dejando tras de sí un reguero de sangre. 20 de sus 400 residentes fueron asesinados y otros 80, un tercio de los 240 rehenes iniciales, fueron secuestrados y llevados a Gaza.
Pero hubo más kibutzim, como el del Beeri, donde el Ejército sí llegó y donde, según Haaretz, sus mandos sí pudieron haber aplicado la directiva Aníbal. Uno de los casos es el sucedido en la vivienda de un miembro de esa comunidad, Pessi Cohen. Los milicianos de Hamás retuvieron en su casa a 14 personas. 13 de ellas fallecieron supuestamente a consecuencia del fuego disparado desde un tanque israelí.
En las próximas semanas se espera que las FDI publiquen los resultados de su investigación sobre el incidente y que señala directamente al general de brigada Barak Hiram, responsable de las operaciones en Beeri el 7 de octubre. “¿Ordenó al tanque que avanzara incluso a costa de los civiles que se encontraban en la casa del kibutz, tal y como declaró en una entrevista al New York Times?”, se pregunta el autor de la investigación del Haaretz.
En los más de nueve meses transcurridos desde octubre, los portavoces del Ejército siempre han negado que su mandos ordenasen la aplicación del polémico protocolo militar durante los eventos del 7 de octubre y cuyo uso habría sido calificado como “Ilegal, poco ético y horrible” por parte del filósofo que ayudó a escribir el Código de Conducta de las Fuerzas de Defensa de Israel, Asa Kasher.
Ideada en 1986 después de que tres soldados israelíes fueran capturados por la milicia libanesa Hizbulá, la directiva, cuyo texto completo nunca ha sido publicado, fue revocada oficialmente en 2016 por el entonces jefe del Estado Mayor de las FDI, Gadi Eizenkot. Desde entonces nunca se ha sabido qué protocolo la reemplazó, pero que su uso, bajo la nomenclatura que sea, continúa vigente, parece fuera de duda.