Pese a los esfuerzos del régimen teocrático de Irán, del islamismo yihadista, de ese izquierdismo antisemita mundial y del lobby mundial en medios que apoya ocultar, primero la masacre terrorista de Hamás del 7 de octubre que desencadenó la guerra y después falsear la realidad invirtiendo la situación para situar a Israel en el exclusivo origen de la actual confrontación, la realidad de los hechos se impone.
Hemos conocido el alcance y naturaleza del mayor pogromo antisemita desde el Holocausto, la más bárbara, cruel y extensa acción criminal alentada por el odio a gentes que residían pacíficamente en Israel. No fue un ataque terrorista, fue una masacre contra un festival de Paz con 393 asesinados y decenas de heridos; masacraron kibutz del sur de Israel con personas pacíficas que daban trabajo a gazatíes, asesinaron a 1200 seres humanos, entre ellas decenas de extranjeros, muchos iberoamericanos (argentinos, chileno, norteamericanos, españoles, colombianos) y de otros países; secuestraron a 251 ciudadanos de los que solo volvieron 116 y 101 aún permanecen secuestrados, no se sabe si vivos o muertos,
Degollaron, cortaron senos y brazos, piernas, despedazaron cuerpos, violaron a mujeres, mataron a bebes y ancianos, los quemaron, cometieron monstruosidades sin límites, todo lo que pudieron frente a la pequeña resistencia que apostaba por la huida; no había ejército porque nadie esperaba tal crimen de lesa humanidad, hoy glorificado por quienes lo consideran un acto de “resistencia”. Hay más de 200.000 imágenes que lo atestiguan, la mayoría de los terroristas de Hamás que las publicaron vanagloriándose de su inhumanidad al asesinar judíos. Y hay más de 200 testimonios de sobrevivientes. Esa es una verdad que por mucha propaganda antisemita que se difunda no se podrá ocultar.
La catástrofe de ese mismo día donde participaron más de 3.000 salvajes sedientos de sangre con lanzamiento de varios miles de cohetes fue acompañada de un ataque de Hezbolá en el norte de Israel con drones y misiles al día siguiente, desde el día 8, que ha continuado hasta hoy. Son 9.500 los artefactos que ha lanzado, matando a niños drusos en Israel, a vecinos y provocando un desplazamiento de más de 60.000 personas. Y también fue acompañada el mismo día la masacre por convocatorias en diversas ciudades occidentales contra el “genocidio” del pueblo palestino, cuando el ejército no realizaba más labor que recoger muertos y heridos, evaluar lo sucedido y prepararse a una intervención que tardó 12 días en llegar, mientras los amigos de los terroristas festejaban la masacre. La sincronización de las acciones debemos situarla en el pensamiento.
Declarada la guerra contra Hamás que seguía lanzando cohetes desde emplazamientos donde se utilizaban “escudos humanos” gazatíes, comenzó la campaña de mentiras, desinformación y odio antisemita jamás vista. Cohetes de Hamás defectuosos que mataban a los propios palestinos y se acusaba a Israel, avisos de evacuación a población gazatí mediante llamadas y pasquines que no se realizaban por amenazas de Hamás y asesinatos a los propios palestinos que no obedecían a la organización terrorista; el control por Hamás de la ayuda humanitaria, su infiltración en la UNRWA, incluida gente que participó en el ataque. Todo dio igual, la orquestación de la campaña antiisraelí estaba en marcha a nivel mundial, estamos ante el antisemitismo global.
Tras la guerra en Gaza llegó el Líbano con Hezbolá. Una guerra que nadie deseaba, salvo Irán y sus organizaciones satélites que construyeron un anillo de fuego atacando Israel por 7 frentes; a los mencionados se unieron los hutíes del Yemen, las milicias chiitas de Irak y Siria y el yihadismo en Cisjordania. El pulpo iraní con muchos brazos y llegó el terrorismo en Occidente. Un episodio tapa otro, pero siempre la misma propaganda que contrasta con la no implicación en la contienda de países árabes como Jordania, Egipto, Arabia, Marruecos y sobre todo con la separación de la estrategia iraní de romper los acuerdos de Abraham por la paz y la seguridad en la región, algunos incluso ayudando a Israel a neutralizar misiles en los ataques iraníes,
Sin embargo, la fabricación de mentiras es continua y cumple una labor estratégica. Desde la cifra no verificada de muertos en Gaza cuya única fuente es Hamás que se repite sabiendo su no veracidad, hasta el mantra falsario del “genocidio” con corredores humanitarios y vacunación, o de la “matanza indiscriminada de civiles”, cuando es imposible encontrar una confrontación bélica con más alto nivel de selección de objetivos, sean túneles financiados y construidos con cientos de kilómetros, o sea, preavisando para evitar dañar a escudos humanos colocados en lanzaderas, algo considerado crimen de guerra, como también lo es cada cohete lanzado a la población civil por Hamás, por Hezbolá y el entramado iraní, con independencia de que lleguen a su objetivo o no, por ser neutralizados por la eficaz defensa israelí. La propaganda antisemita siempre sigue su camino.
Otros eslóganes expandidos por el yihadismo con la complicidad de sus asociados en occidente, es aquello del “Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá”, eslóganes de exterminio creado por las organizaciones terroristas que en sus cartas fundacionales muestra su vocación de origen genocida por querer eliminar a Israel y que sus partidarios occidentales justifican por un supuesto colonialismo que niega el reconocimiento del derecho a su existencia desde 1948 por la ONU. Una institución hoy y sus agencias, con marcado sesgo antiisraelí. Al igual que solicitar unilaterales “embargos de armas” a Israel, pero no a Irán y sus proxys terroristas, o sea, impedir el derecho de autodefensa. Esto no es un sincero discurso pacifista. Y sí es propio de la enfermedad del odio antisemita.
Solidaridad con el pueblo palestino claro, porque sufre la opresión de las propias organizaciones islamistas contrarias a su libertad, y siempre pero no a costa de mentir sobre la realidad. La izquierda antisemita e identitaria dice que hay apartheid racista, pero en ningún país de la región se respetan más derechos a la población de árabe, 21% de la población, que en la democracia liberal de Israel. Y si no que pregunten a las mujeres y su sufrimiento de lapidación por negarse a llevar el velo o a los homosexuales que Irán cuelga en grúas durante partidos de fútbol.
Las mentiras son continuas, favorecen el discurso de odio y los crímenes terroristas antisemitas a nivel mundial, aunque estos comenzaron con anterioridad como lo demostró la barbarie en la AMIA en Buenos Aires, en Bataclan París o en Atocha Madrid, entre muchos otros. Y muy graves las justificaciones de la presencia de estos grupos en diferentes países de América Latina, así como el apoyo público de autocracias y dictaduras, con Nicolás Maduro a la cabeza, como Rusia, Turquía, Suráfrica, además de Venezuela.
La paz en libertad y seguridad es posible, pero siempre con la liberación de rehenes, si Hamás depone las armas, si se retira de la frontera norte Hezbolá y se respeta al retorno a sus casas de los desplazados israelíes. Ese sería el camino para el final de la confrontación bélica. Pero no con la eliminación de Israel. Y a reconstruir Gaza como se hizo en Europa, pero sin amenazas y menos la nuclear, como lanza el régimen de los ayatolás. Nos duele el sufrimiento de los pueblos israelí y palestino, pero los responsables directos del horror son las organizaciones del terrorismo yihadista y todos los que mueven este escenario de dolor.
Mientras tanto, hay que preservar la memoria, en el dolor y con resiliencia, con las víctimas, contra la cultura de la muerte y de la violencia, pero sobre todo con esperanza porque el horror no tiene futuro. El 7 de octubre se cometió una masacre que, al igual que el Holocausto, nunca se debe olvidar.
Esteban Ibarra es el presidente del Movimiento contra la Intolerancia
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