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La formación especial de Houston contra Joey Gallo. Sólo un mal bateador merece algo así |
Circuló en 2018 una impresionante foto de la defensiva de los Astros, retrato de los tiempos que vive el beisbol. Seis de los siete infielderes y jardineros llenaban los espacios que van del center al right, incluyendo a los cuatro jugadores del cuadro, apretados entre el fondo del abanico, la segunda base y el terreno corto de la pradera derecha.
Solamente el jardinero izquierdo se mantenía en la otra mitad del campo.
Joey Gallo era el bateador. Es un toletero zurdo de fuerza, cuya tendencia a halar la pelota es absoluta, y el manager A.J. Hinch respondió así a la expectativa de que Gallo, como siempre, trataría de llevarse la pelota hacia su banda.
Algunos aficionados tradicionalistas ven en esa foto un atentado contra el buen beisbol. Pero no. La foto mostraba a un mal bateador.
Si el slugger de los Rangers tuviera habilidad con el barquillo, no solo fuerza bruta, habría que jugarle de otro modo. Lo suyo es un empeño casi machista de demostrar que podrá imponer su poder, sin importar dónde le jueguen y qué lanzamiento le hagan.
Llevamos décadas alabando a los toleteros de buen swing, a esos que mandan la pelota a la banda contraria cuando el pitcheo está fuera. ¿Por qué nadie hace el ajuste defensivo con Miguel Cabrera? Porque aprendió a ser educado en el home y desarrolló, hasta el asombro, su capacidad para golpear la barda del right.
En lugar de pensar en estimular la habilidad de cada quien, el comisionado Rob Manfred vuelve a la carga con su deseo de eliminar los ajustes defensivos. Dice Jayson Stark en The Athletic que cuenta con el apoyo del Comité de Competición de la MLB para intentar una iniciativa contra el shift.
Manfred sorprende con sus cruzadas. Tantos asuntos capitales y prefiere esto, o ganar 30 segundos por juego al eliminar los cuatro pitcheos de la base por bolas intencional.
¿Por qué nacen el ajuste defensivo? Como reacción ante bateadores específicos. Hace 70 años lo empleaba Lou Boudreau contra el gran Ted Williams, que igual se cansó de dar hits de todos los tamaños. Los Piratas se lo aplicaron a Boog Powell en la Serie Mundial de 1971. Mil veces vimos a Pompeyo Davalillo, Rubén Amaro o Domingo Carrasquel usar a un outfielder como quinto infielder. No es una medida “sabermétrica”. Sobran los antecedentes.
El punto está en el avance de los estudios, la constatación de las tendencias, la existencia de más instrumentos para comprobarlo y las enormes diferencias presupuestarias que existen en la MLB.
Hoy se ve por doquier, pero el shift como arma de uso masivo empezó a ser usado con notable regularidad en franquicias de mercados pequeños, como Tampa Bay y luego Pittsburgh. Era un modo de compensar con inteligencia lo que las billeteras no pueden comprar. Es apasionante la historia de cómo los bucaneros lograron su primera zafra sobre .500 en dos décadas, apelando a los lanzadores que fuerzan rodados y al correcto posicionamiento del infield.
El Comité de Competición debería preocuparse más por el constante desmantelamiento de equipos a los que no les importa ser últimos, con tal de ser primeros luego en el draft colegial. Prefiere, paradójicamente, atacar un recurso que ha ayudado a los pequeños a estrechar diferencias.
Manfred podría ocuparse de otras cosas, en vez de premiar a malos toleteros que son incapaces de regar de batazos todo el terreno y que necesitan ayudas como esta para sumar más hits. Como Gallo.
Columna publicada en El Nacional, en su edición del viernes 7 de diciembre de 2018.