Al final, Rafael Llusiá, muestra en cada pequeño paso una manera de conexión con la VIDA, hallando un balsámico consuelo en los recuerdos, y una conexión esperanzadora con el futuro, logrando así transformar su duelo en un proceso de sanación y renovación, convirtiéndose, en una ayuda, quizá, para otras personas que viven y transitan por una vivencia similar: la perdida de la persona amada.