En pocos momentos de la vida es más grande el ser humano que cuando da gracias. Solamente se supera, si acaso, al perdonar con la conciencia clara de que también él necesita ser perdonado. Un corazón agradecido es un bálsamo de serenidad y de paz en el bullir cotidiano, y lo saben bien, porque gozan de su sosiego quienes le rodean y conviven con él.