<p>Pilar Rahola comienza su escrito El odio con estas palabras: “En una visita al museo del holocausto de Washington, mi hijo Noé que entonces tenía trece años, empezó a hacer preguntas sobre lo que estaba viendo, y cada respuesta mía se remataba con un “¿por qué?” suyo, al que le seguía otro y otro, en una retahíla que no tenía final. </p>