Mala noticia para el mundo de la construcción. Las previsiones, fatales; los problemas, saliendo hasta debajo de las piedras. La primera semana de octubre de 1974 comenzaba agitada en el sector del ladrillo por unas previsiones nada halagüeñas. «La situación se va a convertir en insostenible», decían los agraviados. Eran varios los motivos que les hacían ser tan pesimistas; entre ellos, la recesión del turismo o el encarecimiento y la escasez de materiales. No era cualquier tontería, eran varios los que habían duplicado su precio en apenas un año. El acero se llevaba la palma, de 16,65 pesetas a 32,95. Tras él, el cemento y la madera para encofrado también se estaban convirtiendo en productos inalcanzables. «Habrá mucho más paro», presagiaban los portavoces en Alicante.