"Sé que no es todo perfecto lo que él propone, que hay cosas que no nos gustan, pero él tendrá que ir a negociar al Congreso y todas esas cosas que no nos gustan, no van a suceder porque él no va a tener los votos". Esas declaraciones de Mauricio Macri en noviembre de 2023 intentaban producir lo que él sabía que era necesario producir para que gane Javier Milei: que los votantes de Juntos por el Cambio se sintieran confiados y seguros de votar al candidato de La Libertad Avanza y no sintieran miedo por muchas de sus propuestas, que despertaban temores en ese electorado.
La idea de apoyar un cambio pero sentir la necesidad de ponerle límites a algunas ideas radicales de Milei estuvo ya presente en la elección presidencial 2023 y podría volver a estar presente en la elección legislativa de este año.
Como no producen cambios de gobiernos, las elecciones legislativas suelen ser instancias donde los votantes se dirimen entre limitar la acción del Gobierno por considerarla perjudicial o inconveniente; o fortalecerla, por considerarla beneficiosa y conveniente.
Las elecciones legislativas de este año tendrán también ese dilema, sobre todo para aquellos mismos electores que no apoyaron originalmente a Milei en 2023, pero sí lo hicieron en el balotaje.
Javier Milei
Sin entrar a analizar las tendencias particulares de intención de voto de cara a estas legislativas, lo que sí se observa en los estudios de opinión pública es una sociedad muy dividida.
Hay entre un 35% y 40% de personas que están muy contentas con lo que están viendo y están predispuestas a seguir apoyando, pero hay otro 35%-40% de personas que están muy enojadas con lo que están viendo y predispuestas a hacer lo posible para limitar la acción de Gobierno.
La elección, claro está, se definirá en el segmento que falta, en ese 20%-25% de votantes que se dirimen entre tener una consideración más vale favorable de lo que está ocurriendo (que hoy prevalecen en este segmento), o no.
Si bien las legislativas son 24 elecciones simultáneas, si se tiene una mirada nacional del proceso uno podría decir que el desempeño del oficialismo se juega en el modo en que Milei convenza a los votantes de ese último segmento en seguir apoyando, o fracase en ese intento, producto de que esos votantes se sientan más tentados a limitar la fortaleza del Presidente, temerosos de lo que éste pueda llegar a hacer con más poder que el actual.
Si los resultados del programa económico son favorables, ¿por qué uno podría pensar que el electorado querrá ponerle límites a Milei?
La respuesta está en la misma pregunta: ¿por qué los resultados dejarían de ser favorables si ya lo son sin necesidad de que Milei tenga más poder?
Y este razonamiento podría ser aún más valedero cuando se piensa en algunas ideas de la batalla cultural que Milei impulsa, y que no parecen tener amplios consensos en el electorado.
Por citar un ejemplo, en un estudio reciente de Synopsis, consultamos a los argentinos qué tan de acuerdo están con los 17 objetivos que se plantearon en la Agenda 2030 que sistemáticamente es cuestionada por Milei, y el objetivo que menos consenso reunió fue de 62% de apoyo.
En promedio, más de tres de cada cuatro argentinos están de acuerdo con que el país trabaje junto a otros países en perseguir los objetivos de la Agenda 2030.
Sin embargo, en su discurso en Naciones Unidas, el pasado 24 de septiembre, Milei sostuvo: "no vengo aquí a decirle al mundo lo que tiene que hacer; vengo aquí a decirle al mundo, por un lado, lo que va a ocurrir si las Naciones Unidas continúan promoviendo las políticas colectivistas, que vienen promoviendo bajo el mandato de la agenda 2030, y, por el otro, cuáles son los valores que la nueva Argentina defiende".
El cuestionamiento de Milei a la Agenda 2030 ha sido sistemático en los foros internacionales, sin embargo esa postura no pareciera tener amplio consenso social.
La promoción de algunas ideas de la batalla cultural de Milei pareciera invitar a los votantes en disputa a inclinarse por ponerle un límite a las ambiciones reformistas de Milei.
Pero cuando se mira los resultados en materia económica, aparecen los argumentos para pensar que esos votantes claves de la elección puedan encontrar argumentos para inclinarse por seguir apoyando el cambio iniciado en diciembre 2023.
Independientemente de las magnitudes y de la discusión sobre la sustentabilidad de todo el esquema propuesto por el programa económico, la baja de la inflación, la recuperación de la actividad y de los salarios, y la perspectiva de que el clima de los mercados podría estar indicando que la economía se está arreglando, son argumentos que jugarán a favor de una decisión de acompañar al oficialismo.
Habrá que ver qué pasa con el consumo y con el empleo, dos variables que podrían seguir sufriendo durante 2025.
Pero más allá de ello, el Gobierno puede tener en los resultados económicos logrados, razones para pensar que los votantes en disputa puedan sentirse inclinados a seguir apoyando el cambio buscado en 2023.
En definitiva, quienes han estudiado la lógica del comportamiento electoral coinciden en que esta conducta está determinada por múltiples factores.
Por ejemplo, en su ya clásico estudio The American Voter, el equipo de investigadores de la Universidad de Michigan liderado por Angus Campbell, advertían que el voto es el producto final de una variada gama de factores explicativos, algunos de características estructurales (rasgos socioeconómicos, demográficos y geográficos), otros son actitudes de largo plazo (orientaciones ideológicas y partidarias) para que finalmente permeen las opiniones de corto plazo influidas por el contexto económico, los candidatos o las campañas.
Pero para el votante bajo disputa, el que definirá la elección legislativa 2025, todo parecerá reducirse a un simple y sencillo dilema, y que en esta elección probablemente pueda ser entre ponerle límites a Milei o seguir apoyando este cambio tan particular que representa Milei.