Un grupo de terraplanistas viajó hasta el fin del mundo para someterse a un experimento científico que tenía como objetivo demostrar que sus creencias estaban equivocadas.
A través de un meticuloso estudio realizado en condiciones extremas, científicos de renombre se encargaron de poner a prueba las teorías sobre la forma de la Tierra.
El denominado experimento final tuvo lugar en la Antártida durante el solsticio de verano, con el objetivo de que tanto terraplanistas como defensores de la teoría de la Tierra esférica presenciaran el fenómeno del sol de medianoche.
Inicialmente, se pensó en invitar a 24 seguidores de cada teoría, cubriendo todos los gastos, pero solo unos pocos terraplanistas aceptaron participar de esta investigación, según el sitio web Wired.
Durante el experimento, se observó el comportamiento del Sol tal como lo predicen las teorías científicas. A pesar de que ninguno de los terraplanistas cambió su postura sobre la forma de la Tierra, muchos reconocieron que su teoría sobre el comportamiento del Sol en un plano azimulta-equidistante había quedado seriamente cuestionada.
Algunos, como Jeran Campanella, creador de contenido que compartía teorías conspirativas sobre la Tierra plana, reconocieron su error al negar la existencia de un Sol de 24 horas, aunque no modificaron su creencia en la Tierra plana.
Por su parte, Austin Whitsitt afirmó que lo observado no refutaba la teoría del plano de la Tierra, pero aceptó que el experimento había generado un punto clave en el debate.
Aunque el experimento científico en la Antártida no logró cambiar la creencia de los terraplanistas sobre la forma de la Tierra, sí dejó varias reflexiones sobre la importancia de la observación directa y la evidencia empírica: