La Argentina perdió en los últimos 20 años la posibilidad de subirse a una ola de inversiones que sí aprovecharon los países de la región, pero aún mantiene las condiciones para posicionarse como uno de los grandes jugadores del mundo con el desarrollo de distintos eslabones de la larga cadena de la foresto industria. Desde la plantación forestal hasta la diversidad de productos industriales hay una insatisfecha demanda global que puede dar al país una nueva etapa de desarrollos millonarios.
Las condiciones naturales óptimas que permiten obtener materias primas renovables y carbono positivo, los recursos humanos y capacidades instaladas, la creciente demanda interna y externa de productos de base forestal en un contexto de cambio climático presentan una oportunidad para los bosques argentinos y toda la actividad foresto industrial.
A partir de esa materia prima, se desarrollan encadenamientos productivos vinculados a la celulosa y el papel, la bioenergía con la capacidad de generación a partir de pellets, carbón y chips; o las denominadas biorrefinerías de las que se obtienen productos intermedios de síntesis, denominados bloques de construcción en reemplazo de los derivados del petróleo.
Otro de los eslabones de gran visibilidad es la industria de la madera y el mueble que tiene una alta presencia federal, con clústeres y regiones de alta especialización productiva y un gran potencial de desarrollo; la industria en sí misma de construcción con madera que se está convirtiendo en una tendencia en muchos países por su propuesta innovadora en lo económico y ambiental para la solución industrial del déficit habitacional; y otras aplicaciones que son motivo de exploración e investigación en búsqueda del aprovechamiento del recurso.
El patrimonio de Argentina consiste en 1,3 millones de hectáreas de plantaciones forestales y 53,6 millones de hectáreas de bosques nativos, y tiene al menos otras 3,7 millones de tierras disponibles para expandir las plantaciones forestales que no afectan sitios de alto valor de conservación, ni compiten con bosques nativos ni con cultivos. El aprovechamiento del recurso hoy le permite al país exportaciones por 550 millones de dólares al año; 100 mil empleos directos y 6000 pymes de la cadena.
Pero ese desempeño se podría haber elevado sustancialmente, si se compara que los países de la región han tenido inversiones en el sector por más de 35.000 millones de dólares los últimos 20 años amparados en sistemas de atracción de inversiones, de acuerdo a estimaciones del Consejo Foresto Industrial Argentino (ConFIAr), que representa a toda la cadena foresto industria nacional. Las cifras indican que el crecimiento del valor de la industria forestal mundial para 2019-2035 será de más de 210 billones de dólares y la Argentina puede posicionarse para ser parte de ese crecimiento.
A partir de esa riqueza y potencial, en el sector hay expectativas de que el país logre insertarse en los mercados globales de productos de base forestal. Se estima que habrá una demanda creciente motorizada por el crecimiento de la población urbana y de la clase media; la expansión del comercio electrónico y su demanda colosal de packaging y por las medidas de mitigación del cambio climático y sostenibilidad que promueven la sustitución de productos carbono intensivo como el cemento y los combustibles fósiles por otras alternativas.
Pero a la vez, es una gran fuente de sustitución de productos no renovables como plásticos, aluminios y otros por productos renovables. Es que a los usos tradicionales como la madera aserrada, los tableros, los biocombustibles (chips y pellets) y la celulosa y el papel, se suman nuevos productos a partir de la innovación y nuevas tecnologías, que, con aplicación a fibra de carbono, nanocelulosa, químicos, textiles y nanomedicina.
El presidente de la Asociación Forestal Argentina (AFOA), Pablo Ruival, resaltó que actualmente la foresto industria en el país tiene condiciones naturales únicas y amplias posibilidades de expandirse promoviendo economías regionales, con un impacto positivo en empleos y en divisas de manera inmediata. El mundo demanda cada vez más estos productos por sus virtudes de ser reciclables, reutilizables o biodegradables, que hoy son centrales en función de la cultura que el mundo está teniendo.
El sector local tiene zonas de alta productividad forestal que permiten turnos de corta de 9 a 15 años en promedio mientas que en otros países nórdicos puede demandar de 45 años a 70 años como los ejemplos de Canadá o los bosques nórdicos, y suelos aptos que no compiten con la agricultura ni zonas de bosques nativos. Esas condiciones permiten augurar que el aprovechamiento y expansión masiva tarde o temprano debería llegar a estas tierras.
Pero Ruival -quien también es country manager de la empresa Arauco Argentina, el gigante chileno que adquirió Alto Paraná en 1996- advierte que localmente hay que generar las condiciones apropiadas con "una macro ordenada y un marco institucional estable, con lo cual las grandes inversiones van a ir llegando como ya se expusieron en Chile, Uruguay o Brasil. Hoy existen en el mundo grandes grupos empresarios viendo en qué país les conviene llevar su capital pero la historia económica argentina generó una cantidad de sucesos que fueron desgastando la inversión".
En ese escenario, el nuevo Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) "ayuda a tomar las decisiones y le aporta hasta 2,5 puntos a la tasa de retorno de la evaluación de un proyecto", explicó el directivo quien justificó la necesidad de instrumentos especiales para un sector que va a exportar toda su producción y es generadora de divisas por excelencia. "La nacionalidad del capital es un concepto perimido, hoy las inversiones van donde les conviene pero operar a un tipo de cambio oficial con la amplia brecha de dólar, la imposibilidad de pagar servicios de deuda al exterior o no poder girar dividendos y encima la incertidumbre de normas como la Ley de Tierras, son cuestiones que cambian la visión sobre la inversión".
Quizás, el paradigma de esas oportunidades perdidas puede ser representado por la instalación en 2007 en la localidad uruguaya de Fray Bento de una pastera de la empresa finlandesa Botnia, en lugar de hacerlo en la Argentina, lo que desató un conflicto diplomático entre ambos por las protestas de los vecinos de las localidades entrerrianas ribereñas del río ante la posible contaminación ambiental. El gobierno argentino denunció a Uruguay ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por violación del tratado binacional del Río Uruguay, instancia judicial que en 2010 se zanjó en favor del vecino país y su inversión estimada en unos 1.800 millones de dólares.
"El debate por Botnia le generó mucho daño en el sector al construir una imagen inexacta y contraria a la realidad, y ante aquella ola de desarrollo del sector la Argentina se fue quedando afuera y permitió el liderazgo de la región de Chile o Brasil", destacó el titular de la filial local de la chilena Arauco que acaba de decidir una inversión de 4.600 millones de dólares para la construcción de una planta de celulosa en el estado brasileño de Mato Grosso do Sul. El proyecto le permitirá convertirse en el segundo mayor productor mundial de celulosa con casi 9 millones de toneladas, ratificando el valor de la región en esta industria.
En Misiones se concretó en 1984 la última inversión importante que recibió el país para una planta green field de celulosa y papel, un dato que para la directora ejecutiva de AFOA, Claudia Peirano, retoma para señalar que no se pueden perder más oportunidades en un momento en que "las empresas y las consultoras internacionales están diciendo que la Argentina está de vuelta en su momento y poder insertarse en un mercado global en que uno de los problemas principales es la falta de madera".
Ese contexto se acelera por situaciones como el conflicto entre Rusia y Ucrania, dos grandes proveedores que están fuera del mercado, o los que atraviesan grandes productores como Estados Unidos, Canadá o los países nórdicos que empezaron a tener restricciones vinculadas a la explotación de sus bosques nativos.
"En el caso de nuestras plantaciones forestales ya se puede hacer una gestión sostenible en provincias como Misiones, Corrientes o Entre Ríos -provincias de la Mesopotamia en donde está hoy el 80 por ciento de las plantaciones forestales con las mayores superficies disponibles-, a un costo que es el más bajo del mundo por su productividad", dijo la experta que señaló que ese desarrollo no puede pensarse sin una gestión de certificación de su sostenibilidad. Argentina tiene más del 40 por ciento de su superficie con plantaciones certificadas con los sellos FSC y Cerfoar/PEFC, y ambos tienen sus oficinas establecidas en el país lo que permite aspirar a ser proveedor de mercados y empresas más exigentes.
Muchos países de Europa, Japón, Estados Unidos o Australia, requieren que los productos que provienen de bosques puedan demostrar su origen legal, para lo que requieren trazabilidad y cadena de custodia. También las principales empresas que conforman una amplia demanda tienen un compromiso con compras responsables, en los cuales adquieren sólo productos de base forestal certificados por gestión sostenible. China y otras naciones no son exigentes en productos certificados para consumo interno, pero lo requieren si los utilizan como bien intermedio para luego exportar a aquellos mercados o clientes que sí lo exigen.
Es que en ese contexto, hay un fuerte cambio en el mundo hacia productos carbono neutrales, con soluciones basadas en la naturaleza que brinda soluciones reciclables y renovables. La instalación de biorrefinerías forestales, integrando los sectores de industrialización primaria de la madera a la industria química y biotecnológica, a industrias de conversión de productos intermedios y al sector energético, entre otros, puede ayudar a convertir a regiones básicamente rurales en verdaderos polos de desarrollo industrial sostenible.
"A partir de la madera pueden obtenerse incontables productos y materiales, incluyendo bioproductos químicos, bioplásticos, biotextiles, nanocelulosa, fibra de carbono y nanolignina, que permiten por ejemplo reemplazar muchas prestaciones que hoy brinda el plástico en artículos tan disímiles como una camisa, componentes de un auto o de un satélite", explicó Peirano al reseñar "esa necesidad de plantas más árboles por un valor mucho más amplio que su madera, con plantaciones forestales que permiten un cultivo de alta productividad y la posibilidad de hacer una actividad sostenible muy superior".
Pero la mirada de corto plazo no luce tan auspiciosa. La industria de la transformación mecánica de la madera abarca una amplia cadena de sectores, incluyendo aserraderos, fabricación de muebles, tableros, construcción con madera y carpintería en obra. En la actualidad, todos estos sectores están atravesando "una marcada recesión", aunque la intensidad varía entre ellos con caídas de la producción que alcanzan en algunos casos el 60%. Esta retracción afectó no solo el nivel de utilización de las plantas, sino también la cantidad de turnos trabajados y, en algunos casos, el nivel de empleo. Muchas de las pymes se localizan en pueblos del interior del país, donde son las principales generadoras de empleo local, lo que destaca la importancia de su viabilidad productiva para las economías regionales.
Mercedes Omeñuka, la primera mujer que preside Faima en 90 años de la institución, explicó que las empresas muebleras y las pymes de aserraderos vienen de una merma de la demanda este año mientras que las grandes exportadoras tienen también problemas. "Con costos internos que aumentan permanentemente, impuestos que sabemos no bajarán por el momento, el peso del impuesto PAIS, la falta de financiamiento accesible para tecnología y el tipo de cambio que no favorece no hay un horizonte claro", señaló la directiva.
La otra preocupación es la apertura del comercio. "Tenemos que ser más competitivos para ofrecer el mismo producto al precio de un importado pero tenemos que ser más eficientes y hay factores que complican. La apertura del comercio es buena pero con las mismas reglas, condiciones equipamiento, tipo de cambio, logística adecuada y una macro ordenada que no tenga los costos internos en permanente alza".
Esa necesidad de ser más competitivos resultó en un incentivo alentador y Faima, a través de su Instituto del Mueble Argentino (IMA), abrió la convocatoria al Proyecto Deseo que en su última etapa de desarrollo eligió a las 23 empresas que tienen el desafío de crear una identidad al diseño nacional, como modelos disruptivos, innovadores, ampliaciones y creaciones de líneas e incluso apertura de nuevas áreas de negocios.
"El proyecto es un espacio interdisciplinario y parte del camino de ganar productividad y competitividad para las empresas muebleras", explicó Fernando Couto, director ejecutivo de Faima, al detallar que la idea es generar valor agregado al mueble argentino, y de esa manera poder contar con un diferencial de competitividad que no sea el costo frente a otro producto de la región, como Brasil, o con China, sino que sea elegido por el valor intrínseco que tiene su diseño".
Con el Proyecto Deseo se busca el concepto del Mueble Argentino, así como los nórdicos construyeron su diseño, y que cada producto o línea de productos sea el puntapié inicial de uno que termine generando esa identidad con la cual, en principio, salir al mercado nacional y regional.
La industria de madera y muebles está compuesta por casi 6.000 unidades productivas registradas, de las cuales el 98% son pequeñas y medianas empresas, con un valor bruto de producción de la cadena de valor que en los últimos años llegó a los U$S 4.900 millones con una participación en el valor agregado industrial del 3,8%. Este bloquen industrial abarca actividades heterogéneas entre las que pueden listarse la producción de pisos y revestimientos, molduras, aserrado, carpintería en general, fabricación de aberturas, maderas y piezas para la construcción, láminas, maderas compensadas, tableros de partículas y de fibras, pellets de madera, viviendas industrializadas, muebles y manufacturas de madera.
Con un déficit en comercio internacional que permite anticipar que localmente se puede crecer en productos tradicionales, una gran parte de la mayor demanda de madera se espera provenga por la expansión de nuevos sistemas constructivos e ingeniería de productos de madera que tienen las características de resistencia y de seguridad para sustituir el acero y el concreto como componentes estructurales y de expansión acelerada.
Si bien, actualmente en el país se construyen viviendas unifamiliares individuales, la construcción con madera está expandiéndose mundialmente con la incorporación de nuevos sistemas constructivos y tecnologías de la madera tal como CLT (Cross Laminated Timber), Glulam (Glue Laminated Lumber) entre otros, que ya han demostrado poder levantar edificios de hasta 18 pisos.
Diseños espectaculares y mega vanguardistas, curvas y ondas, vigas, rascacielos, ampliaciones y hogares nuevos construidos desde cero en tiempo récord, puentes, techos y un sinnúmero de obras y proyectos arquitectónicos se realizan cada vez más con estas técnicas constructivas de alto rendimiento. El Mass Timber permite levantar edificios de varias alturas (más de seis plantas) usando exclusivamente materiales compuestos por capas de madera de grado estructural. Esta tecnología ha recibido varios premios al material de construcción ecológico más innovador y se estima en que pueda jugar un papel crucial ante el cambio climático.
Este material pretende dar soluciones de construcción prefabricadas que abordan los problemas ambientales y la baja productividad del sector de la construcción. "Es un excelente sustituto ecológico a los materiales y sistemas de construcción intensivos en carbono, como el hormigón y el acero. Además, la madera genera menor cantidad de emisiones de dióxido de carbono durante su producción y posee la capacidad de secuestrar carbono en hasta 0,5 tonelada por metro cúbico de biomasa", explicó Daniel Vier, presidente de la Cámara Argentina de Aserraderos de Madera (Cadamda).
El Mass Timber se puede utilizar solo o como material complementario a estructuras ligeras o tradicionales. Por eso es "el material del futuro y una alternativa de construcción que se puede utilizar como componente principal de un edificio de varios pisos", explicó el también director ejecutivo de Faima. En el mundo esto ya es algo muy habitual, aunque "en la Argentina aún no hay nada en concreto si hablamos de edificios, sí hay proyectos por concretarse, y hay un significativo aumento en la construcción de hogares con sistemas de entramado de madera, en donde de cada 100 obras nuevas, ya entre un 5 a 10 por ciento se hacen con madera y un 20 por ciento con otros sistemas de construcción en seco".
La madera es una potente solución para la construcción y la arquitectura que permite satisfacer las necesidades de la bioeconomía. Es para muchos el momento de avanzar hacia la tendencia de la arquitectura sustentable en sus múltiples sistemas y con materiales con menos huella de carbono, que requieren menores recursos y que logran una vivienda con menor consumo de energía y más amigable con el medio ambiente. A pesar de ese crecimiento sostenido, existen trabas que entorpecen el despegue definitivo, como son los factores culturales y educacionales que limitan la adopción de las construcciones con madera, además de la falta de reglamentaciones municipales.
Para Vier "el conocimiento técnico de los profesionales de la construcción sobre el material es -en la mayoría de los casos- incipiente. Subsiste una percepción negativa que todavía algunas personas tienen sobre su durabilidad y resistencia, pero ese camino que emprendieron las naciones desarrolladas, más tarde o temprano habrá que tomar por obligación, porque no es una cuestión de elección habitar de manera menos contaminante". Así el mercado de la construcción con madera en Argentina si bien creció en los últimos años, todavía tiene aspectos pendientes que deben resolverse para alcanzar su pleno potencial.
Finalmente como muchas otras actividades productivas, la foresto industria requiere un escenario propicio para su fortalecimiento, en particular aspectos de logística e infraestructura que van desde puertos, aduanas y rutas, hasta bitrenes, ferrocarriles y la hidrovía, que requiere ampliaciones, actualizaciones y mantenimiento. Pero no todo es inversión. Se pueden reducir costos con mayor eficiencia en la operatoria, mejor regulación y menos burocracia para que la producción del sector foresto-industrial logre competitividad internacional.
Claudio Terrés, presidente de la Asociación de Fabricantes de Celulosa y Papel (AFCP) y una de las cinco entidades que conforman Confiar resaltó que se está "ante un cambio de era, en donde la escala de las plantas de celulosa permitió -sobre todo en los países limítrofes que confiaron en la inversión foresto-industrial- invertir en todas esas obras y sistemas logísticos que benefició a otras actividades productivas". De hecho, continuó el directivo "en los últimos años pasó un tren de desarrollo del sector foresto-industrial que produjo inversiones en Chile, Brasil y Uruguay y dieron como resultado que en 1990 Argentina pasara de producir unas 800.000 toneladas de celulosa al año, que representaba el 12 por ciento del total del conjunto y lo que es actualmente, que produce prácticamente lo mismo, representando el 0,4 por ciento del total regional.
Pero hay un margen de desarrollo muy grande. A pesar de que en el segmento de papel para impresiones tuvo un descenso mundial de 62 millones de toneladas en la última década, sobre todo por el avance de la era digital, esto fue compensado por el crecimiento de 62 millones de toneladas de papeles para embalaje y de 14 millones de toneladas de papel Tissue. Además, el enorme crecimiento en la producción de pastas en Latinoamérica, hizo que al día de hoy el 40 por ciento de la producción mundial esté localizado en América del Sur, con proyección de crecimiento por las inversiones previstas.
En este contexto, la Argentina tiene las ventajas competitivas para ser gran actor en un momento en que la industria forestal en el mundo está vista como uno de los ejemplos de bioeconomía más reveladores.