El papa Francisco lanzó un mensaje para todos los cristianos que buscan llegar al cielo y quieran encontrarse con Dios en su día a día. El líder del Vaticano señaló que uno de los objetivos centrales es buscar la unidad de todos los fieles de la Iglesia católica.
En su octava catequesis del ciclo dedicado al "Espíritu Santo y la Iglesia", el sumo pontífice remarcó que "cada uno quiere la unidad, pero en torno a su propio punto de vista, sin pensar que la otra persona que tiene enfrente piensa exactamente lo mismo sobre ‘su' punto de vista".
El líder del Vaticano remarcó que el Espíritu Santo trabaja por la unidad de los católicos. "Por un lado, empuja a la Iglesia hacia el exterior para que pueda acoger a más personas. Por otro, la reúne en su interior para consolidar lo ya logrado, le enseña a extenderse en la universalidad y a recogerse en la unidad".
El papa Francisco lanzó su exhortación frente a más de 25.000 fieles presentes en la plaza de San Pedro, según informó oficialmente la Gendarmería Vaticana.
Para el líder del Vaticano, ser una comunidad masiva y unificada se consigue cuando las personas "se esfuerzan por poner a Dios, y no a sí mismos, en el centro".
"No debemos esperar a que los demás se unan a nosotros donde estamos, sino avanzando juntos hacia Cristo", cerró.
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El papa Francisco citó un pasaje de los Hechos de los Apóstoles donde el apóstol San Lucas explicó el accionar de Dios mediante el Espíritu Santo.
"Pablo quiso proclamar el Evangelio en una nueva región de Asia Menor; pero, está escrito, 'el Espíritu Santo se lo impidió'; quiso pasar a Bitinia, pero 'el Espíritu de Jesús no se lo permitió'.
Se descubre inmediatamente la razón de estas sorprendentes prohibiciones del Espíritu: la noche siguiente, el Apóstol recibió en sueños la orden de pasar en Macedonia. El Evangelio salía así de su región natal, Asia, y entraba en Europa.
El segundo movimiento del Espíritu Santo -el que crea la unidad- lo vemos en acción en el capítulo 15 de los Hechos, en el desarrollo del llamado Concilio de Jerusalén.
'El Espíritu Santo no siempre obra la unidad de repente, con intervenciones milagrosas y decisivas, como en Pentecostés - asegura el Papa - también lo hace con un trabajo discreto, pasando por las personas y las instituciones, la oración y la confrontación, de una forma, diríamos hoy, sinodal' explica Francisco.
Y esto es lo que ocurrió, de hecho, en el Concilio de Jerusalén, para la cuestión de las obligaciones de la ley mosaica que debían imponerse a los conversos del paganismo. Su solución fue anunciada a toda la Iglesia con las palabras que conocen bien: 'Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro'".