Un grupo de científicos de la NASA descubrió un nuevo viento del tamaño de una galaxia que sopla un agujero negro supermasivo. Este poderoso fenómeno empuja gas y polvo a 7.6 millones de kilómetros por hora, es decir, 6000 veces más que la velocidad del sonido.
De esta manera, "mata" la formación de estrellas en su sistema estelar anfitrión, privándola de toda materia necesaria para formar nuevos astros. La misma forma alrededor de 80 a 250 masas solares cada año.
Este hallazgo fue descubierto gracias al Telescopio Espacial James Webb y el mismo nace del tercer cuásar más antiguo del universo, un cuerpo celeste que emite grandes cantidades de radiación y es de los más lejanos que pueden observarse desde la Tierra.
Estos objetos tienen cientos de miles a miles de millones de veces la masa del Sol y están presentes en el centro de casi todas las galaxias del universo (el de la Vía Láctea se llama Sagitario A).
Los científicos no están seguros de cómo se formaron, pero se conoce que, como los demás tipos de agujeros negros, son cuerpos extremadamente densos con una masa tan concentrada que deforma el espacio-tiempo a su alrededor, creando una fuerza gravitatoria insuperable.
También pueden crecer alimentándose de objetos más pequeños y son capaces de fusionarse con otros igualmente grandes cuando las galaxias colisionan.
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Este fenómeno se produce cuando un agujero negro alimenta a un cuásar, una de las fuentes de luz más brillantes del cosmos también conocida como "núcleo activo galáctico" (AGN).
Los agujeros negros supermasivos están rodeados por discos de acreción, estructuras aplanadas de gas y polvo que giran a su alrededor. La inmensa gravedad del mismo provoca una intensa fricción dentro de este disco, calentándolo hasta temperaturas extremas y emitiendo una gran radiación.
Esta energía también genera poderosos vientos que expulsan parte del material del disco, limitando así el suministro de combustible para el agujero negro y reduciendo la tasa de formación estelar en la galaxia.
De acuerdo con las declaraciones del líder del equipo de descubrimiento e investigador de la Universidad de Arizona, Weizhe Liu, los vientos de este cuásar transportan material con una masa equivalente a 300 soles cada año.
Debido a su distancia con nuestro planeta, de estos vientos "mata galaxias" solo podemos observar cómo existían 700 millones de años después del Big Bang. Por lo tanto, su lejanía con la Tierra no los vuelve un riesgo para la humanidad.
Aunque estos eventos son capaces de transformar galaxias enteras, su influencia es prácticamente nula. Sin embargo, su estudio nos permite asomarnos a los orígenes del universo y comprender mejor los procesos físicos que gobiernan el cosmos.