En los últimos 10 años, el congelado suelo de Siberia ha sido escenario de la aparición de misteriosos agujeros negros de gran tamaño, algunos con decenas de metros de diámetro y profundidad, y que han sido objeto de estudios científicos.
Estos cráteres, que parecen haber surgido violentamente desde el interior de la tierra, liberan metano, un potente gas de efecto invernadero. Los expertos continúan realizando estudios para conocer su origen y la relación con el cambio climático.
Los denominados "agujeros del fin del mundo" despertaron diversas teorías conspirativas, pero la ciencia señaló a un sospechoso más evidente: el calentamiento global.
Según científicos de la Universidad de Cambridge citados en un artículo de Wired, estas enormes formaciones son el resultado de una transformación drástica del permafrost, el suelo congelado que ha permanecido estable por milenios.
A medida que las temperaturas del planeta aumentan, el hielo subterráneo se derrite, lo que provoca un cambio brusco de presión en el interior de la tierra.
El proceso que explicaría la aparición de estos agujeros comienza con la ósmosis, un fenómeno natural en el que líquidos de diferentes concentraciones se mezclan a través de una membrana semipermeable.
En Siberia, este mecanismo ocurre bajo tierra, donde el agua producto del deshielo intenta expandirse hacia abajo, chocando con burbujas de metano atrapadas en el suelo congelado.
Este gas, encapsulado en hidratos de metano, ejerce presión en cavidades subterráneas, lo que eventualmente resulta en una explosión, gracias a la particular composición del suelo siberiano (rica en arcilla), lo que explica por qué no se han registrado en otras zonas polares como Alaska.
El hidrato de metano, una sustancia que parece hielo, pero que puede arder, representa un riesgo significativo para el medioambiente. Los científicos advirtieron que este compuesto podría estar en peligro de derretirse más rápido de lo que se había previsto.
Esta situación preocupa especialmente debido a que el metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono, con la capacidad de acelerar aún más el calentamiento del planeta: