La crisis económica en el municipio ya se traduce en el cierre de centenares de comercio, pérdida de empleos, pedidos crecientes de ayuda alimentaria y caída en la recaudación municipal.
Esteban Echeverría, el municipio que conduce Fernando Gray, sufre por estos días por el cierre de centenares de negocios y por el aumento de la desocupación que se traduce en mayores pedidos de asistencia alimentaria y en la caída de la recaudación de las tasas locales.Con 330.000 habitantes, ese distrito del sudoeste del conurbano, ya muestra los signos visibles de la crisis económica: en los centros comerciales se dejan ver las persianas cerradas; mientras que la caída de las ventas minoristas y mayoristas afectan a las empresas de logística que han elegido a Echeverría por la conectividad que otorga la autopista Riccheri a la hora de abastecer a todo el Área Metropolitana de Buenos Aires.
Según estadísticas oficiales, en el último semestre se efectivizó la baja comercial de 145 negocios de diversa envergadura. A los puestos de trabajo perdidos por esa razón hay que sumarle unos 1500 que se desprenden de la paralización de la obra pública que, según asume la intendencia, sólo realiza, a media máquina, la Provincia de Buenos Aires. El propio Gray reconoció que su distrito ha tenido que "postergar" muchas acciones necesarias, especialmente en lo que respecta a la reparación de las salas de atención primaria de salud.
Las arcas municipales, aunque han recibido puntualmente la coparticipación provincial, están resentidas -especialmente- por la caída del principal tributo local, la Tasa de Seguridad e Higiene que es proporcional a la facturación de los comercios e industrias: a menor actividad, menores ventas y, por consiguiente, menor recaudación.
Los indicadores sociales indirectos también están en rojo: se han multiplicado los pedidos de asistencia alimentaria, han crecido las consultas a la salud pública y la matrícula de las escuelas del Estado.
El hambre que sufren los vecinos hizo que las oficinas de desarrollo social ampliaran sus horarios de atención en más de dos horas: desde marzo se duplicaron -de 250 a 500- las familias que piden cotidianamente comida, a los que se deben sumar aquellas que son atendidas en comedores comunitarios distribuidos en toda la geografía del municipio.
