El ministro de Economía sabe que recibirá felicitaciones de todo tipo y color cuando se conozca el índice de inflación de julio. Luis Caputo tiene la certeza de que será el más bajo del año. Y si se cumple su pronóstico de que llegará a 3,7% (número que convalidó FIEL para la ciudad de Buenos Aires), habría que retroceder a octubre de 2021 para encontrar un indicador más bajo.
Está claro que más allá del dólar, la inflación es el segundo indicador más sensible para la sociedad. Y por esa razón el Gobierno busca apuntalar con herramientas ortodoxas (pero también heterodoxas) el actual sendero descendente.
El plan de emisión cero busca transmitir al mercado la certeza de que no habrá canillas monetarias presionando sobre los precios. La absorción de pesos a través de una oferta paralela de dólares en el contado con liquidación generó un mecanismo de intervención sobre la brecha cambiaria que se mostró efectivo. No es transparente, a decir verdad, con lo cual todavía no hay una noción de costo en reservas. Pero al menos los inversores perciben su resultado.
Caputo sabe que necesita acortar la brecha, pero más necesita que sus puntas sean previsibles. Que la distancia entre las cotizaciones se acorte en agosto o en septiembre es menos relevante que la sensación de que el frente cambiario se puede desmadrar.
Domingo Cavallo, en la última columna de su blog, convalidó los pronósticos de Caputo. Pero también remarcó que la tasa de variación del tipo de cambio oficial de 2% crea un atraso cambiario que aunque no sea preocupante, podría requerir una corrección a futuro. Más cuando la devaluación del real y la caída del precio de la soja están recreando las condiciones de un shock externo que podría restringir el ingreso futuro de divisas.
Cavallo también reporta otro hecho evidente. La apuesta oficial es que la baja del IPC no solo traduzca el cumplimiento de una promesa de campaña. También tiene que servir para mejorar el poder de compra de los salarios y reanimar el consumo. Esa meta todavía sigue esquiva. La energía, la minería y el agro mueven el PBI. La industria y la construcción, y en gran parte el comercio, todavía son su lastre.
Agosto debería ser, en este caso, el mes que consolide alguna de estas tendencias. En materia de precios, la esperanza está puesta en la inflación núcleo (porque vuelven a subir las tarifas). En materia de reservas, en el blanqueo. Y en el frente fiscal, en el regreso de Ganancias y el premio por pagar anticipado Bienes Personales. Nos espera un mes de conteo diario de dólares y pesos.