Santa Fe La Vieja es un nombre que resuena en la historia argentina. Esconde relatos de pioneros, desafíos y renacimiento. Este pueblo santafecino, fundado hace más de 4 siglos, vivió un destino poco común: el abandono total de su emplazamiento original.
Hoy, convertido en Parque Arqueológico, invita a descubrir los secretos de una época crucial en la formación del país. Esta es la historia de un pueblo que se reinventó y de cómo su legado perdura hasta nuestros días.
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Según el Ministerio de Capital Humano de la Nación, la fundación de Santa Fe, fue llevada a cabo por el explorador vasco Juan de Garay el 15 de noviembre de 1573. Este hecho marcó un hito en la historia del litoral argentino.
El asentamiento se estableció en tierras habitadas por los calchines, mocoretás y colastinés, a orillas del Cayastá, un brazo del río Paraná. La ubicación estratégica de la ciudad respondía a la necesidad de crear un punto de conexión entre Asunción del Paraguay, el Río de la Plata y el Perú.
Esta primera Santa Fe se destacó por ser pionera en la región al adoptar un diseño urbano en damero, con una plaza ubicada a una cuadra del río.
Sin embargo, el esplendor inicial de la ciudad se vio opacado por desafíos constantes. Las frecuentes inundaciones causadas por las crecidas del río y los ataques persistentes de los pueblos originarios llevaron a las autoridades a tomar una decisión drástica a mediados del siglo XVII.
El Cabildo determinó que era necesario trasladar la ciudad. Así, en 1651, comenzó un proceso de migración que culminaría con la fundación de Santa Fe de la Vera Cruz el 20 de febrero de 1653.
El nuevo emplazamiento, situado 70 kilómetros al sur, en la desembocadura del río Salado, replicó el diseño de la ciudad original. A pesar de la decisión oficial, el traslado completo de la población se extendió hasta 1660, momento en que el sitio original pasó a ser conocido como Santa Fe la Vieja.
El destino de Santa Fe la Vieja dio un giro inesperado después de siglos de abandono. A fines del 1700, se estableció una reducción de mocovíes en sus cercanías. Más tarde, en la segunda mitad del siglo XIX, el área se incorporó a la colonia de Cayastá, poblada por inmigrantes europeos.
Según información de Santa Fe Cultura, el verdadero renacimiento del sitio comenzó en 1949, cuando Agustín Zapata Gollan inició trabajos arqueológicos que revelaron un tesoro histórico.
Las excavaciones en el antiguo pueblo sacaron a la luz estructuras arquitectónicas y objetos que ofrecen una ventana única a la vida cotidiana de los habitantes de finales del siglo XVI y principios del XVII.
Reconociendo su valor patrimonial, el gobierno provincial expropió el terreno, y en 1957, Santa Fe la Vieja fue declarada Monumento Histórico Nacional.
Actualmente, el Ministerio de Innovación y Cultura, a través de su Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, se encarga de su preservación y gestión.
Hoy, el sitio se ha transformado en un Parque Arqueológico que cumple una doble función, acorde al sitio web de Santa Fe Cultura:
Preserva el patrimonio para la investigación científica.
Ofrece una experiencia educativa a los visitantes mediante recursos museográficos y didácticos.
Este espacio conserva la historia y la hace accesible al público, permitiendo a los santafesinos y turistas conectar con las raíces de la región.