Tras el intento de asesinato de Donald Trump, unas elecciones ya de por sí existenciales son ahora incluso más tensas.
No sólo Donald Trump ha esquivado una bala. Medio centímetro a la izquierda y el cartucho que rozó la oreja de Trump lo habría convertido en un mártir. No se sabe lo que su muerte habría desencadenado.
Así las cosas, el reprobable intento de asesinato de Trump tendrá profundas repercusiones para la democracia estadounidense. A los pocos segundos de ser resguardado por los agentes del servicio secreto, Trump gritaba "luchen, luchen, luchen" a la multitud. La foto que se hizo omnipresente al instante de él alzando el puño con las barras y estrellas como telón de fondo se convertirá en el emblema de su campaña.
Una sociedad con un alto grado de confianza habría esperado a conocer los hechos del tiroteo antes de sacar conclusiones precipitadas. Según ese criterio, Estados Unidos está al borde del abismo. Dos de los republicanos que hacían la audición para ser el compañero vicepresidencial de Trump culparon a los demócratas de incitar el odio hacia Trump. El favorito, el senador por Ohio, JD Vance, afirmó que la retórica de la campaña de Joe Biden "llevó directamente al intento de asesinato del presidente Trump". Tim Scott, senador por Carolina del Sur, aseguró que la "retórica incendiaria de los demócratas pone vidas en peligro". Elon Musk, dueño de X, salió rápidamente a hablar de una conspiración en relación a cómo el tirador había podido acercarse tanto: "O incompetencia extrema o fue deliberado", escribió Musk.
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Igualmente, muchos en la izquierda se apuraron a afirmar que el tiroteo fue un montaje o una operación de falsa bandera para impulsar las perspectivas electorales de Trump. Es notable, sin embargo, que ningún alto cargo demócrata haya avivado aún esos rumores.
La identidad del presunto autor de los disparos, un joven de 20 años llamado Thomas Matthew Crooks, ofreció poca ayuda. Aunque estaba registrado como republicano y era un entusiasta propietario de armas, había hecho una pequeña donación a un grupo pro demócrata. Es plausible que, como la mayoría de los asesinos estadounidenses, Crooks actuara solo, víctima de un delirio. Eso no impedirá que los movilizados por la política culpen del tiroteo a sus enemigos ideológicos.
La mayor incógnita es qué hará Trump con ello. Ninguna imagen honesta del clima fétido de EE.UU. puede ignorar el hecho de que el propio expresidente es el exponente más influyente de la violencia política del país. Calificó de "patriotas increíbles" a quienes asaltaron el Capitolio el 6 de enero de 2021. Se burló del ataque a Paul Pelosi, marido de la expresidenta demócrata de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, después de que uno de sus militantes le rompiera la cabeza con un martillo. Y animó a los grupos extremistas a "mantenerse a la espera" poco antes de las elecciones de 2020. En democracias más tranquilas, un incidente tan letal como el casi asesinato de un líder del partido con un rifle semiautomático tipo AR-15 daría lugar a llamamientos de ambos partidos a favor del control de armas. No hay ninguna posibilidad de que el partido de Trump cambie de opinión al respecto. Se calcula que el número de AR-15 en EE.UU. asciende a 44 millones, lo que permite ver con objetividad las comparaciones con periodos anteriores de violencia política estadounidense.
Está por ver si Trump consigue atraer simpatías de forma duradera. Pero ya se pueden sacar tres conclusiones. La primera es que la convención nacional republicana de esta semana en Milwaukee estará dominada por su casi asesinato. El equipo de campaña de Trump es muy hábil en la coreografía visual para mejorar su mensaje. La icónica imagen del candidato agitando el puño y levantándose valientemente de su casi muerte inundará el escenario de la convención. Es de esperar que el país se divida entre la admiración y el temor ante el uso que los republicanos hagan del casi martirio de Trump. En la primera convención presidencial de Trump en Cleveland en 2016, las calles alrededor de la sala principal rebosaban de milicias privadas blandiendo armas. Vigilar las calles de Milwaukee esta semana será un desafío inusualmente tenso, incluso para los estándares de EE.UU.
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En segundo lugar, es probable que Biden obtenga al menos un respiro temporal del debate interno demócrata sobre si debe renunciar a ser el candidato de su partido. Aunque parezca mucho más tiempo, los 17 días transcurridos desde el estrepitoso fracaso de Biden en su debate con Trump en la CNN han sido consumidos por un enfrentamiento cada vez más amargo entre demócratas. Las pasiones detrás de esa disputa, quién estaría mejor situado para derrotar a Trump en noviembre, siguen siendo igual de relevantes. Pero ahora la atención volverá a centrarse en Trump. El equipo de campaña de Biden anunció el domingo la suspensión de su propaganda con ataques a Trump. Será sorprendente si eso dura más de un par de días. Aún faltan cinco semanas para la convención demócrata de Chicago. También sería una sorpresa que no volvieran los llamamientos para que Biden renuncie.
Es demasiado pronto para especular, como algunos se apuraron a hacer, con que las ya buenas perspectivas electorales de Trump son ya inevitables. En 1981, Ronald Reagan obtuvo una enorme suba en las encuestas tras ser herido por un tirador solitario. Ese impulso se evaporó a las pocas semanas. Pero es justo decir que unas elecciones que ya eran existenciales son ahora considerablemente más tensas que antes. La violencia ya estaba implícita en gran parte de la retórica. Ahora es explícita. Siempre es tentador señalar que las armas y el asesinato político son un elemento básico de la república estadounidense. Eso es cierto en comparación con otras democracias. Pero las condiciones en 2024 son únicas. Una bala casi mata al hombre que jura vengarse si vuelve a la Casa Blanca. Un espíritu de venganza acecha a EE.UU.
