Pese a que la recomendación, cada vez más arraigada y extendida en España, es retrasar la compra del primer móvil a los 16 años, muchos adolescentes de toda España con edades comprendidas entre los 12 y los 14 años recibieron ayer su primer móvil como regalo de Reyes Magos. Esas familias, apunta Jorge Flores, fundador y director de PantallasAmigas , «que han pensado que la labor de resistencia termina cuando se entrega el primer dispositivo a un hijo, deben saber que es ahora cuando realmente comienza el trabajo». Empezar con buen pie, advierte Flores, «es especialmente importante. Hay que orientar bien el uso porque, por lo general, volver atrás para modularlo o reconducir ciertos malos hábitos suele ser bastante más laborioso. Por esto mismo es crucial iniciarse de forma correcta y tomar una serie de precauciones para integrar la tecnología de la manera más adecuada y moderada a su edad». «Es importante que los progenitores se queden con la idea de que no puede existir barra libre . Hay que sentarse y hablarles de los beneficios que un uso moderado puede acarrear, pero por supuesto también de los peligros porque un primer dispositivo –corrobora Eduardo Cruz, CEO de Qustodio –, puede ser la puerta de acceso también a contenido inapropiado». En esa conversación, prosigue Cruz, «se les debe recordar que hay que utilizar de manera correcta el teléfono, sabiendo qué compartir, con quién hablar, dónde buscar información veraz... La educación digital es esencial cuando se empieza a utilizar cualquier dispositivo». Debemos «alertarlos de los riesgos, en el sentido de que sepan que aquí dentro se van a encontrar contenidos inadecuados y cómo pueden actúar en caso de que esto ocurra. Hay que conversar mucho con ellos sobre lo que es tener un móvil y sus ventajas pero, por supuesto, los peligros que conlleva», corrobora Eulalia Alemany, directora de Innovación Estratégica de FAD Juventud . De la misma opinión es María Angustias Salmerón, pediatra y coordinadora de salud digital de la Asociación Española de Pediatría (AEP) , quien propone que «debemos preguntarnos qué ponemos en manos de nuestros hijos y para qué lo damos, qué necesidad hay detrás. Hay otras formas de hacer las cosas pero una vez que el dispositivo ha llegado a casa –prosigue esta profesional, conocida en redes como Mi mamá ya no es pediatra –, es importante también saber que el aprendizaje del menor es por imitación desde que nace, también en la adolescencia. Si tú haces un uso responsable y crítico desde que el niño es pequeño, este lo va a interiorizar por imitación. Y al contrario. Las normas del uso de pantallas (incluso del consumo de televisión, donde puedes ver una serie detrás de otra) deberían ser familiares. Esa es de hecho la apuesta del Plan Digital Familiar de la AEP». A partir de ahí el uso del móvil, recalca Flores, ha de ser consensuado con nuestros hijos. «No es que haya que negociar todo, pero cuanto más se les involucre y se les haga comprender las decisiones que vamos a tomar, mejor. Creo que va en la línea de tratar de ir logrando su autonomía progresiva». Mientras la alcanzan, puede ser buena idea firmar un contrato familiar, tal y como proponen desde la Agencia Española de Protección de Datos y Unicef en su campaña 'Más que un móvil' y la Fundación ANAR, en el que se detalle qué aplicaciones o sitios web podrá utilizar, a quién podrá llamar, el límite de tiempo diario, semanal… Dichas normas y límites, remarca Alemany, «hay que establecerlos antes y deben ser los mismos para todos los miembros de la familia, ya que la tecnología nos afecta por igual a pequeños y mayores. Para eso es recomendable que, con la llegada del primer dispositivo a casa, hagamos una reflexión sobre nuestro propio uso como adultos. Somos un espejo y ellos se fijan y absorben absolutamente todo». En estas primeras etapas de uso, los sistemas de control parental tipo 'Google Family Link' resultan primordiales. Al final, explica Flores, «es una medida más que podemos utilizar y que sobre todo al inicio es de bastante utilidad, ya que ayuda a que nuestras decisiones como padres y madres sean llevadas a cabo. Sirven, por ejemplo, para evitar discusiones o incluso tentaciones, porque se pueden establecer muchas cosas como ventanas de uso del dispositivo, qué aplicaciones se pueden o no instalar, durante cuánto tiempo… Es verdad que las aplicaciones de control parental no son la solución pero son una ayuda muy importante, cuya eficacia va disminuyendo con la edad pero que, en todo caso, tenemos que intentar poner en marcha porque me sería un lujo absurdo prescindir de ellas». En esa configuración no hay que obviar, añade el fundador de PantallasAmigas, «que todo lo relacionado con aquello que afecta directamente a la seguridad de las personas, no es una cosa menor. Dentro de la privacidad podemos charlar con los menores sobre cómo y dónde se graban las fotos y vídeos, si hacen copias de seguridad, si son capaces de tener el control ante una pérdida o robo, si saben dónde y cómo conectarse… Son circunstancias que no solemos contemplar pero que tienen que asumirse desde el momento en que se tiene el primer dispositivo. Y en esto de nuevo volvemos a lo de siempre, a la importancia que tiene un buen ejemplo. Que las familias tengan en cuenta estos aspectos de forma periódica, y lo hagan en común, es algo tan sencillo como tener un antivirus y el software actualizado». Esto, concluye Flores, «va unido a cuestiones básicas que tienen que ver con empezar a utilizar un dispositivo de forma autónoma, como la configuración inicial y básica de las aplicaciones que de entrada asumimos que va a usar nuestro hijo. Nos referimos a redes sociales como Instagram o WhatsApp y a sus respectivas configuraciones: grupos, privacidad... etc. que tendríamos que revisar y trabajar conjuntamente con nuestro hijo. Este tipo de prácticas se tendrían que introducir en las dinámicas familiares como digo, desde el principio. Nos ahorraría muchos disgustos».
