Desde hace veinticinco años soy amigo de Jorge Fernández Díaz, pero no me ciegan en absoluto los afectos cuando digo -y lo he dicho muchas veces- que, además de ser el columnista político más combativo e influyente, Jorge es el escritor vivo más importante y representativo de la Argentina. Si para comprender la realidad eterna de aquel país resulta imprescindible leer a Roberto Arlt y a Borges, nadie puede entender la Argentina contemporánea sin la lectura de Oswaldo Soriano -ya fallecido- y de Jorge Fernández Díaz. Las novelas, relatos y artículos de Jorge, su literatura fascinante que toca toda clase de registros, desde el género negro al sentimental, el bélico o el costumbrista, y que a veces -o a menudo, con más o menos interposición literaria- bordea o entra directamente en la no ficción, ponen de manifiesto la implacable, dura, feroz y siempre descarnada argentinidad de sus personajes, proporcionan horas de intenso placer y crean eternas fidelidades lectoras, lealtades que se ponen de manifiesto en la forma en que cada uno de sus libros, trátese de novelas o de relatos, alcanza siempre, apenas publicado, el primer puesto en las listas de libros más vendidos de su país. Ojalá este premio Nadal, tan merecido, tan necesario, haga que los lectores españoles se familiaricen todavía más con la obra amplia, fascinadora, enorme en calidad y contenidos, de este gran escritor que honra nuestra lengua y nuestra inteligencia desde el otro lado del Atlántico. Enhorabuena, Cuchillero, viejo amigo. Te admiro hoy como ayer. Como siempre.