Todos conocemos la historia, y como para olvidarla: el RMS Titanic abrazó su triste destino mientras realizaba un viaje desde Southampton hasta Nueva York. Según la teoría más extendida, la que recogen los ensayos, la gran velocidad a la que viajaba provocó que no pudiese virar cuando un iceberg se cruzó en su camino. Fue entonces cuando el 'Buque de los sueños' chocó contra el témpano de hielo y quedó condenado. Tres horas después, a las dos y veinte del 15 de abril, se hundió. Más de 1.500 personas murieron debido a la falta de botes salvavidas, y poco más de siete centenares sobrevivieron. A partir de ahí, que vuelen los dedos acusadores y las culpas, y anda que no hubo. Aunque entre las más desconocidas se halla el reemplazo fugaz de David Blair, entonces Segundo Oficial del Titanic –aunque con visos de ascender–, por Henry Wilde, Jefe de Oficiales del Olympic. El porqué saltó a los medios de comunicación en 2016: Blair no entregó la llave del cajetín en el que se guardaban los binoculares del buque a la tripulación, y esto habría dejado sin su principal arma contra icebergs a los vigías. Aunque la teoría, como sucede siempre, tiene sus seguidores y sus detractores. Las vivencias de Henry Wilde volvieron a ser alumbradas por los focos de la actualidad cuando la casa de subastas británica 'Henry Aldridge & Son' dio a conocer una misiva que este personaje, de 39 años, escribió el 31 de marzo de 1912. El texto, con todo, formaba parte de una colección que redactó desde que comenzó su carrera como policía de barcos, hasta que fue ascendido a segundo del capitán Smith en el 'Buque de los sueños', e iba acompañado de otro curioso tesoro: una llave de hierro que, según establecieron los investigadores de la compañía encargada de la venta, «podría ser del armario de los binoculares». La polémica estaba servida. La historia de Wilde no tiene desperdicio, pues fue el Jefe de Oficiales del Olympic, el hermano del Titanic, hasta que se decidió que debía ser enviado al 'Buque de los sueños' en su viaje inaugural. ¿El objetivo? Aportar su experiencia a la tripulación. Este cambio no habría sido un problema de no ser por dos causas. La primera, que su nombramiento provocó que fueran degradados el hasta entonces Jefe de Oficiales William Murdoch, que pasó a ser Primer Oficial, y el Primer Oficial Charles Lightoller , que pasó a ser Segundo Oficial. En palabras del divulgador histórico Hugh Brewster, este cambalache provocó una gran tensión que quedó patente en una carta que, a su vez, envió Lightoller y que, poco después, salió a la luz: «Las lumbreras de la White Star pensaron que sería una buena idea trasladar al Jefe de Oficiales del Olympic al Titanic solo para ese primer viaje, a fin de que su experiencia fuera de ayuda en el barco hermano. Esa dudosa política nos desplazó a mi y a Murdoch y, amén de la decepción provocada porque nos bajaran de puesto, la decisión provocó cierta confusión». El segundo problema fue que el nombramiento tampoco gustó ni un pelo a Wilde, quien esperaba ansioso que se le cediera el mando del buque Cymric y que, por el contrario, tuvo que conformarse con seguir con su puesto en el Titanic. Esto lo dejó patente en la carta: «Estoy terriblemente decepcionado con que hayan cambiado los planes sobre mi mando en el Cymric. Ahora voy a unirme al Titanic hasta que aparezca algún otro buque en el que pueda ser destinado», se puede leer en la misiva. Su incorporación oficial se sucedió el 9 de abril, en mitad de esta vorágine de controversias. El 14 de abril, tras la colisión, Wilde subió al puente a informar de lo sucedido. A la postre se unió al capitán Smith y a Thomas Andrew para inspeccionar los daños del trasatlántico. Cuando todos se percataron de que el navío iba a hundirse, se encargó de organizar los botes salvavidas numerados de forma par para tratar de salvar la vida de los pasajeros. Como otros tantos, murió en la catástrofe. Saber si su nombramiento provocó que los binoculares se quedaran en puerto es imposible, aunque, como mínimo, es una posibilidad. La duda sobre los binoculares no era extraña para los investigadores del Titanic. El problema con estos 'anteojos', como eran conocidos en la época, lo admitió también George Alfred Hogg . El que fuera uno de los vigías del Titanic, que se hallaba en su camarote cuando el navío impactó contra el iceberg, fue preguntado por los prismáticos por la Comisión británica de naufragios, y su testimonio fue uno de los que enarboló la casa de subastas para exponer su teoría. Lo llamativo es que él desveló que estaban guardados bajo llave en un camarote, y no en un cajetín: - ¿Te dieron un par de anteojos? - Sí. - ¿Quién te los dio, lo recuerdas? - El Sr. Blair, el segundo oficial en funciones en ese momento. - ¿El Sr. Blair, que en ese momento actuaba como segundo oficial? -¿Qué hiciste con esos anteojos? - El señor Blair estaba en el puesto de vigía y me dio sus anteojos, y me dijo que los guardara bajo llave y le devolviera las llaves. - ¿Quién devolvió las llaves? - Se las di a un hombre llamado Weller, yo estaba ocupado en el castillo de proa. - ¿Te dijeron que debían guardarse bajo llave en el camarote del segundo oficial? - Los guardé bajo llave. - Y estaban guardados bajo llave cuando el barco partió. ¿Había más en el puesto de vigía? - No había ninguno cuando salimos de Southampton. - ¿Los pidió? - Yo no los pedí exactamente, pero mis compañeros los pidieron en ese momento. El mismo Lightoller explicó en su declaración ante la comisión encargada de investigar el desastre que los «anteojos» eran «extremadamente útiles» para «distinguir una luz de forma más rápida». Aunque no llegó a especificar que los del Titanic estuviesen guardados bajo llave e incidió en que la primera arma en mitad del Atlántico siempre era la vista: «Cuando se trata de naufragios o icebergs, el vigía no debe dudar y, a la primera sospecha, antes de echar mano a los prismáticos, debe hacer sonar una, dos o tres veces la campana. Luego ya puede hacer lo que quiera y buscar el origen de la luz o el reflejo, pero debe informar primero de la sospecha». Estos testimonios permitieron que la compañía de subastas afirmara en 2016 que, «en su prisa por abandonar el Titanic, Blair se llevó la llave» del cajetín de los binoculares «en el bolsillo y se olvidó de entregársela a su sustituto, Charles Lightoller». En sus palabras, si este la hubiese tenido en su poder, probablemente habría habido un par en el puesto de observación. «Es una suposición, pero, en palabras del propio vigía Fleet, habrían visto el iceberg antes con los binoculares. Es la llave que tenía el potencial de salvar al Titanic... Blair se habría apresurado a arreglar sus cabos sueltos antes de eso. En su prisa se le olvidó entregar la llave, por lo que el destino del Titanic estaba en sus manos de una manera indirecta», explicaron desde la empresa. Con todo, la empresa incidió también en que había otra pareja de anteojos en el puente, y que estos tampoco les fueron entregados a los vigías. La teoría, sin embargo, esconde sus dudas. Por un lado, la llave que se puso en venta iba acompañada de una leyenda en la que se podía leer 'Llave del nido de cuervos', el nombre que recibía el puesto de vigía. Nada que ver con «el camarote» al que se refirió Hogg. A su vez, resulta extraño que Lightoller no hallara aquellos prismáticos, aunque le fue asignada la habitación de Blair como Segundo Oficial.