La Navidad ya ha cruzado su Ecuador, ya he dejado el pueblo y he cogido de sopetón el ritmo de la ciudad. Llegué pronto a Atocha desde el hondo sur, con una cierta nostalgia de Madrid que no sé muy bien si es ansiedad o un raro caso de síndrome de Estocolmo. Atocha es cálida o insípida, depende si se toma de salida o de reencuentro. Con la noche temprana, aún entre viajeros dormidos, me sigue dando un arreón de adrenalina. Es esa sensación no combatida del cateto que llega a la ciudad. No quería dormir tan pronto, y la cosa era pasear, pensar, dibujar en el aire frío de esta ciudad, con las primeras estrellas, lo que hago, lo...
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