Dicen sus biógrafos que Jimmy Carter lloró la noche en que perdió la reelección en 1980. Estaba convencido de que sufría una gran injusticia, seguro de que aún tenía mucho por hacer para salvar a la nación y al mundo. Sin embargo, se despidió como llegó y como gobernó: reprochando a los demás no estar a su altura . Esa perspectiva explica la brillante carrera que tuvo como expresidente, donde pudo destacar en lo que realmente le apasionaba: ayudar, más que liderar. Carter se desenvolvió mucho mejor construyendo casas en Haití o supervisando elecciones en Sudán que enfrentando los desafíos de su presidencia, como reducir el precio de la gasolina o liberar a los 66 rehenes retenidos por los ayatolás...
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