«Rosal de Amor, Divina Fuente» le escribió Rafael de León para que le cantara Juanita Reina. «Mírala que parece una flor...» le decía Pepe Garduño cuando la terminaba de arreglar. El perfume destilado de esa Joven de San Gil llegó hasta Roma para que Roma vinera a Sevilla con teólogos y cardenales a rendirse ante la Esperanza. No habrá una rosa en el mundo que tenga un aroma tan eterno como el de La Macarena.
