«Ho tornarem a fer», traducido del catalán «lo volveremos a hacer», es una frase que reiteran hasta la saciedad los dirigentes secesionistas en su indisimulada pretensión de abrir otro 'procés' para alcanzar la independencia de Cataluña. En realidad, podría reconvenirse su afirmación en un «lo volveremos a intentar» visto su fracaso anterior. Y eso es lo que están ya preparando: afianzar las bases de un próximo desafío independentista. El 'procés' no ha sido derrotado, está latente y el hartazgo y cansancio social pudiera ser solo transitorio. La secesión está recalculando su ruta tras aprender de sus errores y de la respuesta del Estado a su golpe fallido. Los independentistas saben que necesitarán años para que sus fieles dogmáticos digieran y olviden su fracaso. En este ínterin continúan tramando su siguiente órdago y para ello siguen una estrategia concienzuda de debilitar el Estado e imposibilitar que en esta segunda vez no se pueda parar la intentona. Los pasos dados son descriptibles: en el ámbito penal se suprime la sedición y promueven indultos sin arrepentimientos y se amnistía, se retira la Policía Nacional y la Guardia Civil de aeropuertos y puertos que los CDR y Tsunami querían colapsar el 1-O, se erosiona la Justicia como persisten con el Rey, se fulmina al CNI, los agentes que defendieron la legalidad son menoscabados, arraiga el falso relato independentista de lo que ellos denominan «la represión» y se sirven de las instituciones europeas para retrasar cuando no diluir sus responsabilidades y cuestionar la España democrática en el exterior desde 'lobbies' que fueron financiados con dinero público. Mientras, mantiene sus aulas de adoctrinamiento y los minaretes de movilización en TV3 y Catalunya Radio y medios de comunicación privados subvencionados. Es cierto que en las recientes convocatorias electorales las formaciones 'esteladas' han retrocedido y perdido mayorías. Es verdad que están enfrentadas entre ellas y aún más fraccionadas al emerger otro partido, la extrema Aliança Catalana a adicionar a Junts, ERC y la CUP con pugnas fratricidas entre 'juntaires' y republicanos por liderar al independentismo y los mismos de ERC están pulverizados entre sí en distintas facciones internas. En teoría, esta descripción debiera ser una razón alentadora de factibilidad de la derrota final del independentismo, pero no seamos ilusos. Para el sanchismo se ha abierto una nueva etapa, el fin del 'procés' dice, cuando en realidad solo es un paréntesis en su objetivo final. La secesión gana tiempo y en su transcurso debilita al Estado en su capacidad de respuesta legal y operativa y en su presencia en Cataluña. El independentismo repone fuerzas y aguarda su momento final. Muscula a la Generalitat y a la par quiebra los huesos al Estado. Quienes encabezaron el último 'procés', Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, acaban de revalidar sus liderazgos partidistas. Siguen los mismos y tienen igual pretensión. Ahora son adversarios para encabezar el independentismo, pero llegada la ocasión sumarán fuerzas contra su enemigo común. Continúe Pedro Sánchez o gobierne España Alberto Núñez Feijóo, lo volverán a intentar. El golpismo tendrá a su favor su mayor aprendizaje y que el mecanismo de reacción institucional de defensa del Estado y de la unidad nacional será menor que antaño. La derrota del independentismo solo podrá determinarse por el acierto, la convicción y la firmeza con la que el Estado se robustezca nuevamente y sin improvisaciones. Hoy, y como en aquellos fatídicos días de zozobra de octubre de 2017, es capital el respaldo del Rey Felipe VI. La independencia de Cataluña es una doble ruptura. Su separación del resto de España y la división de los propios catalanes entre secesionistas y los que nos sentimos españoles. Por eso, la Cataluña de ley y en libertad es una cuestión de Estado y de los propios catalanes con un activo compromiso con la tierra que queremos en la España que sentimos. Alberto Fernández Díaz es abogado y fue presidente del PP catalán y líder de los populares en el Ayuntamiento de Barcelona