La Gran Vía prospera muy arrellanada de postal , alcalde, y a resultas las órbitas de nuestra gran calle han devenido en un picnic en curso donde se alternan los chicos del 'breakdance', los vendedores de paraísos, los orfeones de esquina, y los patinadores sin freno. Eso, citando de ráfaga rápida. Quiero decir que los afluentes de la Gran Vía son un ameno escaparate de gentes exóticas que hacen su alarde, desde titiriteros de improvisación a los rastafaris que cantan seis horas seguidas la misma de Bob Marley. La plaza de Callao, por concretar, y también la calle de Fuencarral, son los dos sitios donde más y mejor puede comprobarse todo este trajín diverso, que incluye igual a tres virtuosos...
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