El día a día de Marcos de Vega, de 37 años, transcurre a la carrera entre los viajes a la guardería, donde deja a su bebé de año y medio; el trabajo, que afortunadamente desempeña en su domicilio; y la casa de sus padres, a la que acude a supervisar medicaciones y echar una mano a la pareja , ambos con discapacidad. Forma parte de la llamada 'Generación sándwich', aquella que se encuentra atrapada entre los cuidados que reclaman sus descendientes y ascendientes. «Hay tardes que me llaman para gestionar cosas y esas horas se las tengo que robar a mi hijo, pero es la situación que es. Toca echarles más manos de las que ellos podrían echarme a mí con su nieto, por ejemplo. Mi padre no tiene movilidad y va en silla de ruedas y mi madre tiene un grave problema visual. Siempre estamos pendientes de la complicada situación familiar, de lo que pueda pasar cuando estamos trabajando… pero es lo que toca, y lo hago encantado», asegura este hombre. Como De Vega, hay toda una generación de personas de entre 35 y 55 años que se enfrenta al doble reto de cuidar y dispensar a sus hijos menores y a sus mayores, en ambos casos dependientes. Cada vez hay más hombres como él en esta tesitura pero la realidad es que, según datos de VivoFácil , que ofrecer servicios especializados a este nicho de población, aproximadamente el 73% de las personas que asumen estos cuidados son mujeres. Es una casuística cada vez más común, debido a muchos factores, pero la tasa de envejecimiento en España se lleva la palma. Los datos no dejan lugar a dudas. Según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), el porcentaje de población de 65 años y más, que actualmente se sitúa en el 20,4 por ciento del total, alcanzaría un máximo del 30 por ciento en torno a 2025. En concreto, el INE estima que, de mantenerse la tendencia demográfica actual, el porcentaje de población de 65 años o más, llegará a suponer el 30 por ciento de la población en 2030. En este contexto, los expertos señalan que la generación de personas de más de 75-80 años está creciendo muy rápido, «que es el momento en el que empiezan a observarse los primeros achaques de salud en nuestros mayores. Uno comienza a ver que no pueden hacer la limpieza de la casa de la misma forma, que hay que acompañarlos a las revisiones médicas... Un buen día te das cuenta de que no están como antes», señala Judith Mesa, psicoterapeuta de VivoFácil, y responsable del departamento de atención telefónica, psicosocial y de teleasistencia de la compañía. Suele pasar, asegura, «que los mayores quieren demostrar que todavía son autónomos, y es verdad que hay que hacer lo posible para que continúen haciendo las cosas, pero llega un punto que necesitan ayuda y hay que tratar de decírselo de una manera sutil y asertiva». A esta situación se le añade un notable descenso en las tasas de fertilidad. Según los últimos datos publicados por el INE, la edad media en la que las españolas tienen su primer hijo se sitúa ya en los 32 años. Las familias cada vez son más pequeñas mientras crece el número de adultos que lidian con dos responsabilidades y se hacen cargo, generalmente, de las necesidades de los más mayores y de sus hijos . Entre ellos, analiza Judith Mesa, psicoterapeuta de la entidad, «destacan el aumento de la esperanza de vida de nuestra sociedad, la incorporación de la mujer al mundo laboral, y los cambios de roles sociales, que producen que, en la actualidad, nos encontremos con un modelo de cuidados que difiere en gran medida del que nuestras generaciones pasadas desempeñaban. Nada es igual, es muy probable que los padres vivan en otra ciudad, que el adulto no tenga hermanos que puedan colaborar, o si los tiene se encuentren en otro país, que él o ella estén en su mejor momento laboral o personal…». El cambio de los tiempos, reflexiona Mesa, «hace que en la situación actual resulte muy complicado para muchas personas equilibrar el amor y las obligaciones que tienen hacia sus padres y compatibilizarlo con su vida personal o profesional, muchas veces ambas en pleno auge, y se generan muchos conflictos en la dinámica de vida». Todo esto hace que el sentimiento de culpa se duplique en estas edades medias y que sea necesaria una atención especializada. «Ya no solo hablamos de sentirnos malos padres, o ellas malas madres, sino que ahora surge esa sensación de irresponsabilidad por no saber devolver a nuestros progenitores lo que tanto han hecho por nosotros. Queremos llegar a todo y no se puede», admite este joven padre. En esta tesitura, explica la terapeuta de VivoFácil, es normal que presenten « agotamiento y aislamiento social , tensión, ansiedad, rabia, impotencia, frustración, problemas en las relaciones personales… Uno de los consejos que suelo dar en estos casos es que intentemos cuidar de nuestro entorno y encontremos momentos para compartir tiempo de calidad con la pareja, los hijos, los amigos… y de ti mismo». Es muy importante, por último, advierte esta experta, «que el cuidador se cuide, que practique ejercicio, técnicas de relajación y de respiración consciente ('mindfulness'), se escuche así mismo y se diga: 'no eres perfecto y, a veces, no llegarás a todo».