Confesaba Joaquín Lavado Tejón, Quino para la posteridad de ese género literario híbrido y esclavo de la historieta, que él siempre sintió que Mafalda «era y no era él»; que la niña, insistente y soñadora, que quería trabajar en la ONU , lo dejaba agotado, rendido. A Quino le sacó esa confesión Joaquín Soler Serrano, cuando aquella televisión. Era el pago por ser padre de una criatura que nació para vender lavadoras en la publicidad periodística de la Argentina, y acabó siendo un símbolo, quizá el más querido, de eso que llaman la argentinidad. El mismo que desde ayer anima el paseo de Matadero de la Arganzuela. Pero Mafalda, esa mejor amiga de Umberto Eco , que en palabras de...
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