Prefiero vivir sola que acompañada, pero también prefiero morir sola que acompañada. Morir sola, no sé, como Coco Chanel en el Ritz de París. Aunque morir en el extranjero sea una ordinariez (ordinariez para mí, no para ella, que era francesa). Leía ayer en ABC que una señora viuda deja su herencia para que pacientes terminales no mueran en una habitación compartida. Su marido entró en el hospital por dolores que fueron un cáncer de páncreas terminal. Entró un 16 de septiembre y murió el 10 de octubre. Sólo estuvieron solos las últimas 24 horas. «Hasta entonces, compartíamos habitación con otro enfermo, separados por una cortina». En Son Llatzer (Palma) ya existen habitaciones de últimos días, pero el hospital va...
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