Las dos personas normales recorren en silencio uno de esos bulevares en los que coches y pájaros armonizan a la perfección, como si la modernidad, harta de tanto desacuerdo, produjera sus propias alianzas. La primera persona normal mira de cuando en cuando hacia arriba; a las cornisas, a los árboles... La segunda persona normal elige el suelo; las baldosas rotas, los alcorques... Alrededor, todo son farmacias, en un discreto alarde de verdura que, en un barrio tan civilizado, ni siquiera llama la atención. La segunda persona normal alza la cabeza y dice: —Che. La primera persona baja la suya y pregunta: —¿Cómo? Y, como las dos personas normales bailan en cuanto oyen palmas, nada las para ya. —«Che», decía. Por...
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