La decisión sanchista de gobernar contra el legislativo –si este, en adelante, no le baila el agua– casa bastante bien con la tradición de la izquierda en las democracias parlamentarias, donde aquella siempre se ha vanagloriado de ser el viejo topo que mina el sistema. Por lo tanto, la decisión de marras no debería escandalizar a nadie. Los socialistas –y, en particular, los socialistas españoles– son declaradamente accidentalistas: su lealtad a una forma cualquiera de gobierno depende de las posibilidades de someterla a su control absoluto. Recuérdese que el PSOE amenazó con destruir la II República si las derechas ganaran alguna vez las elecciones (y lo intentó, como es sabido). Después de su derrota en la Guerra Civil, trató de...
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