Si por algo se ha caracterizado la tradición cultural europea es por su continua autocomprensión en términos crepusculares. Inspirada por continuas analogías entre su devenir histórico y el recorrido del sol, Europa siempre se ha visto a sí misma como la tierra del ocaso. Desde Boecio hasta Spengler, pasando por Hegel, muchos pensadores han visto en Europa el término último del recorrido del astro rey. No es casualidad que Europa se haya identificado desde la Antigüedad con el término 'occidente ', que astronómicamente señala el lugar del atardecer. En latín, 'occidens' significa «lo que muere» —en referencia al sol— pero también «lo que mata», en una tenebrosa (nunca mejor dicho) ambigüedad que refleja bien el pasado sangriento de nuestro continente....
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