Cuando llega septiembre es como si los árboles se anticipasen a lo que está por venir y sueltan despacito sus hojas, sin hacer ruido, depositando pequeños retazos de otoño sobre la hierba aún fresca y florecida, como si así doliese menos la desnudez del invierno, la luz del amanecer, tan blanca. La caricia del viento comienza a ser más fría, incluso gélida si viene de la sierra -Sanabria, siempre Sanabria en mis letras, mis veranos, mis recuerdos- y la noche sobreviene cada día más pronto recordándonos que el otoño llama a las puertas con sus resecos nudillos de leña de encina; que el ciclo de la vida siempre se cumple queramos o no, que la naturaleza sigue su curso. Que...
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