En la isla de La Palma, en el noroeste de la región de Tijarafe, existe un rincón prácticamente desconocido para la mayoría de los turistas . Se trata del Porís de Candelaria, un pintoresco pueblo escondido bajo el abrigo de una inmensa cueva volcánica y al que se accede por una carretera que desafía incluso a los más experimentados conductores. Este enclave, bañado por el Atlántico y envuelto en leyendas ancestrales, representa un pedazo de historia que se conserva prácticamente intacto con el paso del tiempo. Porís de Candelaria ha sido históricamente un refugio para pescadores , donde sus casas blancas se asientan bajo la imponente cueva que les da cobijo. Durante el día, el sol ilumina la cueva y el mar parece susurrar historias de pescadores y leyendas olvidadas. Mientras que la playa, de aguas cristalinas, invita a un baño refrescante, aunque la bravura del Atlántico recuerda que la naturaleza aquí es tan bella como impredecible . No obstante, este rincón de Tijarafe es también conocido por la leyenda que envuelve a este singular pueblo, que tiene como protagonista a la Virgen de la Candelaria y a unos marineros portugueses . Cuenta la tradición que, hace siglos, un grupo de marineros portugueses se encontraba navegando cerca de La Palma cuando una feroz tormenta los sorprendió en alta mar. Desorientados y con posibilidades de naufragar, se refugiaron en esta cueva. Según cuenta la leyenda, en cuando desembarcaron la imagen de la Virgen de la Candelaria, la tormenta cesó milagrosamente. Sin embargo, cada vez que trataban de regresar junto con la imagen al barco, la tormenta se desataba nuevamente, por lo que decidieron dejarla allí. La pequeña imagen de la Virgen permaneció en este enclave durante años, convirtiéndose en objeto de veneración para los pescadores locales, quienes la consideraban su protectora. Sin embargo, con el tiempo, la figura fue trasladada a la iglesia de Nuestra Señora de Candelaria en el centro del pueblo de Tijarafe, donde aún hoy se puede visitar. La iglesia, situada en la plaza principal del municipio , sigue siendo un lugar de devoción y de celebración cada año en honor a la patrona, cuya historia está vinculada a las aguas de Porís de Candelaria. Llegar hasta Porís de Candelaria es una auténtica aventura . Desde el pueblo de Tijarafe, hay que recorrer una carretera estrecha y sinuosa , con apenas espacio para un coche. El viaje comienza en Tijarafe, desde donde hay que tomar la carretera local que desciende hacia la costa donde, a medida que el camino avanza, la vegetación se hace menos densa y el mar empieza a aparecer en el horizonte. Después de varios kilómetros de curvas cerradas y pendientes pronunciadas , se encuentran dos zonas de aparcamiento . El primer aparcamiento se encuentra más arriba, y es una opción si no fuéramos capaces de aparcar en el segundo, que está situado unos 500 metros más abajo. Este último es más cercano a la cueva, pero al ser limitado en espacio, suele llenarse rápidamente, sobre todo en temporada alta o los fines de semana . Si lográsemos estacionar en el aparcamiento inferior, solo nos quedaría una corta caminata de unos cinco minutos por un sendero que conduce directamente a la cueva. A paso ligero no debería llevarnos mucho tiempo, pero lo más probable es que nos detengamos varias veces para tomar fotografías , ya que el paisaje es digno de admiración . Por otro lado, aunque el viaje en coche es mucho más cómodo y rápido, una de las mejores maneras de acceder a Porís de Candelaria es a pie . En La Palma hay más de mil kilómetros de senderos y uno de los más recomendados para llegar a este recóndito pueblo es la ruta circular 'PR LP 12.2', que parte desde Tijarafe. Esta ruta, de unos 10,3 kilómetros (ida y vuelta), ofrece una experiencia única en la que podremos disfrutar no solo del destino, sino también del trayecto. Aunque la caminata puede durar unas cuatro horas en total, es importante tener en cuenta el desnivel del sendero, por lo que la dificultad se considera media . No es un paseo sencillo, pero sí accesible para quienes están acostumbrados a caminar por terrenos escarpados.