«Las personas felices no tienen historia», dejó como sentencia una filósofa francesa. Comerán perdices, pero ni tendrán historia ni alcanzarán las eternidades de Morante, el genio de la tristeza infinita que torea por alegrías. Qué disgusto se llevaron la afición pucelana y Mario Navas: en la víspera de su alternativa, se esfumó el sueño de contar con el maestro de La Puebla como padrino por «una modificación sustancial de su medicación», que requería de «monotorización durante cuatro días», según el parte de su psiquiatra. Una papeleta para la empresa rellenar el hueco de un torero insustituible. Fue Daniel Luque el elegido y también el más capaz para sacar partido de su lote hasta ganarse una puerta grande que pasado mañana...
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