«¿A qué se parece?» me pregunta la mujer, una anciana de gran reputación en su campo. ¿A la sirena de una ambulancia, al canto de un grillo, al zumbido de una abeja? Me concentro: nada más difícil que describir un sonido a partir de una asociación. «A las olas del mar» —digo—. «O al sonido del universo». No he terminado la frase y ya me siento ridícula: ¿cómo sé yo lo que es estar en medio del universo? La mujer se impacienta: «¿Es grave, es agudo?». Entonces me vuelvo prosaica: «es como el ruido de una nevera». Estoy tratando de describir mi tinnitus , un fenómeno que consiste en percibir un sonido que no tiene fuente externa. Un mal que...
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