Vestirse de luces por primera vez en la temporada y acoplarse a la nobleza, clase y templada de las embestidas de una buena corrida de Salvador Domecq no es tarea fácil. Ni por disposición y oficio ni por el saber estar en la plaza al lado de dos de los toreros que ocupan los primeros lugares del escalafón. El aragonés Alberto Álvarez no se atropelló, al contrario, y toreó con pausa y relajó en una tarde que le resultó triunfal. Dos orejas a cada uno de sus toros y felicidad en el semblante, al menos por un día. Que no es fácil estar a la altura de dos toros de noble condición cuando se tiene la necesidad de buscar el...
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