«Esta es la mejor Teresa Perales que he visto en mucho tiempo» fue una de las frases más repetidas en La Défense el pasado jueves, cuando la zaragozana debutó en París 2024, sus séptimos Juegos Paralímpicos. La nadadora venía de ser sexta en los 100 metros a espalda, ni de lejos su prueba fetiche, y además contaba con el hándicap de solo poder nadar con una sola mano debido a una luxación que le había tenido en el dique seco antes de la cita gala. Ese parálisis y ese dolor no le impidieron bordar una maravillosa sonrisa cuando vio a toda la delegación de periodistas españolas. «Besos para todos, a los que conozco y a los que no», aseguró ante los impacientes micrófonos y libretas. Una imagen que vale por 100 largos y que explica a la perfección el éxito de Perales esta tarde. Tras una trayectoria de leyenda, como no ha habido dos en el deporte paralímpico español, la atleta sumó su medalla número 28, un bronce en los 50 metros a espalda que no solo le devuelve a lo más alto de la élite, sino que le permite alcanzar al mito, a la leyenda. Con esa exhibición en la aguas francesas, bien acompañada desde las gradas por su marido e hijo, Perales alcanza en metales al que seguramente sea uno de los mejores deportistas individuales de la historia, el nadador estadounidense Michael Phelps. Un hito que llevaba buscando toda la vida, esa frontera al que solo puedes aspirar aquellos que ya lo han ganado todo y deciden crear una nueva página en el universo del deporte. Un recorrido de 20 años, que comenzó en las piscinas de Sídney en el año 2000 y que remata, al menos de forma momentánea, en la otra punta del mundo, en la ciudad de la luz, muy cerca de su amada Zaragoza. Fueron cinco metales los conquistados en la ciudad australiana, una plata y cuatro bronces, pero tuvo que esperar hasta Atenas 2004 para saborear su primer oro. En la ciudad helena sumó dos primeros puestos, además de una nueva plata y tres bronces de bárbara propina. En Pekín rozó la perfección con tres primeros puestos, un segundo y un tercero, mientras que en Londres 2012 fueron cinco sus conquistas, tres de plata y dos de bronce. Tres podios en Río 2016 y uno en Tokio 2020 cerraban su extenso currículum, hasta hoy. Aunque su hacer en los Juegos es antiguo, aún más lo es ese bache que le llevó a encontrar otro tipo de vida, dura al principio pero excepcional en la actualidad. Además de perder a su padre con solo 15 años, cuando solo tenía 19 (ahora son 48), sufrió una neuropatía que le dejó sin movilidad en las piernas y la natación. De hecho, la última vez que saltó fue con el legendario gol de Nayim desde el medio del campo que le dio la Recopa a su Zaragoza. «Esa es la última vez que andé de forma convencional. Cuando volví a casa, ya comencé a notar algo en las piernas»,ha asegurado en diversas entrevistas. Como en tantos otros casos, fue la terapia elegida por sus médicos para suavizar su rehabilitación. Lo que nadie esperaba, ni ella misma, es aquella minucia sería la llave para convertirse en una leyenda. Quizás se le carga demasiado a los deportistas la mochila cuando se le exige, casi por decreto oficial, que sean ejemplos para la sociedad, sobre todo para los más pequeños. Pero Perales es una misión que ha aceptado de buen grado. No solo es habitual en colegios de toda España dando charlas, sino que ha intentado cambiar el sistema desde dentro. Fue diputada de las Cortes de Aragón; Directora General de Atención del Departamento de Servicios Sociales y Familia del Gobierno de Aragón, así como asesora; y asesora del Área de Fomento y Deportes del Ayuntamiento de Zaragoza. También le ha dado tiempo a escribir dos libros, 'Mi vida sobre ruedas' y 'La Fuerza de un sueño', y a ser la primera deportista que gana el Premio Princesa de Asturias de los Deporte, concretamente en 2021. Casi nada.