Se nos marchó Javier Gómez Navarro , pero quedará para siempre su recuerdo como político y su popular faceta como bibliófilo empedernido. Porque sí, el que fuera ministro de Comercio y Turismo entre 1993 y 1996, además de propietario de la revista 'Viajar', forjó a golpe de esfuerzo y trabajo una biblioteca con edificio propio y un tesoro de valor incalculable en su seno: 25.000 volúmenes. Una buena parte de ellos, la columna vertebral, centrados en los viajes; aunque no faltan los grandes clásicos de los descubridores y aventureros que, con su valor y gallardía, pusieron sobre blanco desde África hasta el Nuevo Mundo. Este bosque de papel –con varios pisos, por cierto– cautiva por el conocimiento y los recuerdos que atesora. Fotografías con Ted Kennedy, políticos de aquí y de allá... Es, en la práctica, una de las bibliotecas privadas de viajes más importantes del mundo. «Aquí es dónde me refugio, dónde me encuentro cómodo con mi vida pasada y mi futuro», explicaba Gómez Navarro en una entrevista concedida en 2023 a 'Cuatro'. El refugio en cuestión se halla en un edificio separado de su vivienda, y su valor, en la actualidad, es incalculable. «Estoy orgulloso de mis guías Baedeker y Murray, las dos son colecciones completas, y entre mis joyas bibliográficas destaca un Mercator y libros que valen entre 20.000 y 30.000 euros. No son una broma», añadía el ex político en declaraciones a 'El Correo'. En lo que a viajes se refiere cuenta con unos fondos equiparables a los de la Biblioteca Nacional. Y todo ello, a base de constancia. Y es que, para nutrir al leviatán, el ex ministro admitió frecuentar las librerías de viejo, como Guillermo Blázquez, especializada en obras antiguas y poco conocidas. «Los coleccionistas somos adictos a comprar, y a veces nos pasamos. Suelo pasear por la cuesta de Moyano y voy mucho al Rastro. Durante 30 años, no ha habido sábado y domingo que no lo haya visitado», insistía. Y eso, sin contar el tiempo que se pasaba frente al ordenador en páginas dedicadas a la compraventa de este tipo de tesoros. Todo era poco para levantar la que era su pasión. Decía Gómez Navarro que no le afectaba demasiado el estrés; para el antiguo político, aquel era una suerte de compañero de viaje que no podía esquivar. Y esa tranquilidad la trasladaba también a su biblioteca. «A veces pienso en qué sucederá con ella cuando no esté. Si no encuentro una oferta de una institución que implica la buena gestión de los libros, se la dejaré a mi mujer y a mi hija y que hagan con ella lo que quieran», afirmaba. La ventaja del que lee es la gran cultura que, quiera o no, termina por atesorar. Y, como enamorado de los libros del género en cuestión, Gómez Navarro era un firme defensor de que la historia de nuestro planeta se puede narrar a través de los viajes. La Humanidad, insistía, había surgido en África para, a continuación, expandirse por todo el globo. Y otro tanto, estaba convencido, había sucedido con la llegada de los europeos a las Américas. «A partir de entonces, el mundo empezó a empequeñecerse y se produjo una especie de reencuentro entre culturas», explicaba. También era partidario de que, a pesar de que personajes como Marco Polo habían atesorado una gran fama, su mismo viaje lo habían repetido miles de franciscanos y religiosos que el Vaticano había enviado a Oriente en busca de una supuesta nación cristiana, la del preste Juan . ¿Por qué se hizo, entonces, tan popular el marinero veneciano? Por su capacidad para alumbrar una obra que hacía asequible a cualquier lector su periplo. Algo que el mismo Gómez Navarro quiso lograr con su revista.