En los regímenes liberales, esa reliquia de la vieja política, el Parlamento era un sitio donde los gobiernos se sometían al control de la representación ciudadana. Iban allí a explicarse, a hablar –lo dice el propio nombre– de sus proyectos ante el conjunto de la nación personificado en una asamblea dotada del poder de elaborar leyes, elegir al primer ministro por decisión mayoritaria y examinar la aplicación de su programa. En Gran Bretaña, el curso se inaugura en una solemne sesión durante la cual el Ejecutivo presenta su plan de actuación anual leído nada menos que por el mismísimo monarca. Sin embargo, las nuevas tendencias del progresismo plebiscitario han arrinconado esta clase de antiguallas. El presidente pasa de rendir cuentas...
Ver Más