Ha llegado el día. La Orden del Carmelo Descalzo, como ya se hiciera hace más de un siglo, ha confirmado que abrirá este miércoles el sepulcro y los relicarios ubicados en la localidad salmantina de Alba de Tormes que albergan el cuerpo y parte de los restos de Santa Teresa de Jesús . Y lo hará con un doble objetivo: analizar su estado y conservarlos de la mejor forma posible. Así, la religiosa verá de nuevo la luz después de que, tras su muerte y sendas exhumaciones a partir de 1582, arrancara una lucha soterrada por custodiar los diferentes trozos en los que se dividió su cadáver incorrupto. Un curioso periplo que hizo que países como Italia, Portugal o Francia cuenten todavía con algunos de ellos. El extraño viaje de los restos del personaje lo explicó ABC en un reportaje dedicado a la muerte de Santa Teresa en Salamanca. Publicado por Carlos Rico-Abello en 1982, incidía en las bondades de una mujer que dejó este mundo en octubre de 1582 tras dedicar su vida a hacer el bien. «Ha corrido toda España Teresa, ha llegado hasta Andalucía fundando conventos. Ha atravesado la nevada sierra de Guadarrama en crueles invernadas, ha estado a punto de perecer ahogada en el difícil paso de una torrentera burgalesa. ¡Ha sufrido mucho Teresa, porque ha amado mucho! Y, sin embargo, ha gozado mucho más cuando pudo sufrir». Señalaba el autor que la sorpresa cundió entre las monjas cuando, un año después de su entierro en el monasterio salmantino de Alba de Tormes , y durante la que sería su primera exhumación, se percataron de que el cuerpo de la fallecida no se había corrompido ni un ápice. E incidía también en que ese mismo día se decidió desmembrar el cadáver. «Algunas partes de su anatomía fueron lamentablemente mutiladas con celo y fervor mal entendido: la mano izquierda, desarticulada y arrancada por orden del padre provincial, un 4 de julio de 1583». Y, nueve meses después, «un dedo, el meñique de esa mano, que le cortó el padre Gracián de la Madre de Dios» para que «le acompañara» hasta el fin de sus días. Aquello abrió la caja de los truenos e inició la triste tendencia de arrancar trozos de su cuerpo como reliquias. Un ejemplo es que, el 25 de noviembre de 1585, tres años después de su muerte y durante el traslado de los restos desde Alba de Tormes al Convento de San José (en Ávila) , ocurrió otro tanto. «Aún se hará la mutilación del mismo brazo. […] Esta disección [fue] efectuada con un cuchillo». No tardó en pasar lo mismo. «Luego, el cuerpo […] fue desmenuzado: el pie derecho y la mandíbula superior están en Roma; la mano izquierda en Lisboa; la mano derecha, el ojo izquierdo, dedos y trozos de cuerpo, esparcidos por España […]. Su brazo derecho y el corazón, en los relicarios de Alba de Tormes… Y lo demás […] sigue incorrupto». Esta guerra por los trozos de la momia se unió a otro conflicto: el de la custodia de los restos. En principio, Alba de Tormes tuvo que ver, aquel 25 de noviembre de 1585, cómo la religiosa viajaba a Ávila. Sin embargo, los Duques de Alba solicitaron indignados al papa Sixto V su regreso.... y vaya si lo lograron. Así, desde 1586, su cuerpo incorrupto se encuentra en una capilla de la Iglesia de la Anunciación de Nuestra Señora de Alba de Tormes custodiado por nueve llaves. Allí se conservan sendos relicarios con el brazo izquierdo y el corazón. El abanico que queda está repartido por el mundo: un pie y parte de la mandíbula en Roma, la mano izquierda en Lisboa y un dedo en París. El anhelo por custodiar el grueso de los restos de la santa no rebajó su intensidad ni un ápice. Y el mismo ABC se hizo eco de ello en mayo de 1971. Según escribió el periodista José Gómez-Salvago en 'Por las riberas del Tormes', fue bien entrado el siglo XX cuando se abrió el sepulcro durante el tercer centenario de su beatificación: «Nos acompaña en la visita el superior de los Carmelitas. Hablamos de las relaciones religioso-diplomáticas entre Ávila y Alba, en actualidad suavizadas; no como en el 1914, la última vez que se abrió la tumba de Santa Teresa , por exigencia popular, soliviantada la villa ante la sospecha de que el cuerpo había sido trasladado a Ávila». Una vez corroborado, la vida continuó. Se le olvidó decir que Casi cuatro siglos después de que el cadáver de Santa Teresa fuese dividido en pequeñas reliquias y repartido por media Europa, Francisco Franco, ya durante la Guerra Civil , halló uno de los trozos incorruptos. Según publicó ABC en 1975, el entonces general se topó con él después de que sus tropas tomasen Málaga el 7 de febrero de 1937. «Esta reliquia fue recuperada del botín de un marxista que intentaba sacarla de la ciudad el mismo día de la entrada en la capital del Ejército nacional». Al parecer, la mano en cuestión era la que había sido cortada al cadáver de Santa Teresa y enviada a Portugal, desde donde había sido llevada, a su vez, a un convento local. En una noticia publicada años después, en 1976, ABC explicaba que la reliquia (guardada en un guantelete de plata adornado de valiosas joyas) fue encontrada, de forma más concreta, en la «valija del comandante republicano de Málaga, general Villalba» mientras este intentaba escapar de la urbe. Al parecer, y según narraba en las páginas interiores el periodista Francisco Garrido, había permanecido en un convento de Ronda hasta que, «en agosto de 1936, elementos del comité republicano la requisaron, sin que se sepa cómo llegó a manos del susodicho coronel Villalba». El resto es historia. Franco, encaprichado como estaba con las reliquias de santos, solicitó su cesión temporal a las religiosas Carmelitas de Ronda , que aceptaron. Esta orden había sido la encargada, tal y como desveló ABC en 1941, de custodiar las diferentes partes del cuerpo. Así, a partir de la Guerra Civil, el brazo de Santa Teresa «acompañó al general». Y para gran regocijo, tal y como quedó palpable en una serie de misivas que el militar Francisco Salgado y el obispo Balbino Santos se intercambiaron una vez que finalizó la contienda. «El primero declara que el Generalísimo sentía una especial devoción por la gran Santa española y el segundo afirma que accede muy gustoso al vehemente deseo del Caudillo para que conserve junto a él esta reliquia mientras sea el jefe del Estado», explicaba este diario. Después de cuatro décadas, nuestra incorrupta protagonista fue devuelta a las Carmelitas tras la muerte de Francisco Franco . Carmen Polo la entregó en un acto recogido por este diario el miércoles 10 de diciembre de 1975. «Doña Carmen […] y su hija […] han sido recibidas a mediodía de hoy en el Palacio Arzobispal por el cardenal primado, monseñor González Martín. A su llegada fueron cumplimentadas por el vicario general del Arzobispado, don Rafael Palmero Ramos […]. Eran portadoras de la mano izquierda de Santa Teresa. […] La señora entregó la sagrada reliquia al cardenal […] con el ruego de que la hiciese llegar a la comunidad de las Carmelitas. Un documento de recepción dejó constancia del suceso.