En los últimos veranos hemos ido incorporando a nuestro vocabulario nuevos términos como noche tropical, noche tórrida e, incluso, noche infernal. Todos ellos tienen como base las temperaturas mínimas y cambian su nombre hasta donde baja el mercurio del termómetro. Se habla de noche tropical cuando la mínima no baja de los 20 grados; tórrida si no cae de los 25 e infernal… si los 30 son el suelo. En los últimos veranos, la preocupación ha ido en aumento por las temperaturas máximas que suben grado a grado hasta asentarse cómodamente por encima de los 35 grados todo el verano en muchas partes de la península ibérica, en algunas llegan a sobrepasar la barrera de los 40 grados con facilidad. Sin embargo, cada vez más las miradas se dirigen hasta dónde son capaces de bajar los termómetros cuando cae el sol y la noche se asienta entre el 1 de junio y el 31 de agosto. Una de las causas del aumento de las mínimas es la crisis climática. Según datos de la Agencia Estatal de Meteorología, en España la temperatura ha subido más de un grado y en las zonas bañadas por el Mediterráneo lo ha hecho un grado y unas décimas más. Otro de los factores que potencia esta problemática es la construcción de las ciudades y la falta de espacios verdes. Dos aspectos que ayudan a que el termómetro no baje. Así el mapa de las mínimas en las capitales de las 52 provincias de España en los últimos 50 años ha variado mucho. Si en 1974 hablar de noches tropicales era un cuento lejano en las capitales del norte, ahora es ya una realidad palpable. Pocos lugares de la península ibérica, en los últimos veranos, no han visto cómo el termómetro se quedaba por debajo de los 20 grados. Donde ya eran tropicales, ahora las noches son tórridas y en algunos puntos como Málaga ya se habla de infernales con veladas por encima de los 30 grados. Los datos revelan un importante aumento de temperaturas mínimas en las provincias del litoral mediterráneo. Otrora, la brisa marina refrescaba al caer el sol y en más de un paseo marítimo se podían ver algunos jerséis y rebecas. Ahora con un Mediterráneo rozando también los 30 grados, no ayuda vivir noches más frescas. A pesar de ello, las capitales con más noches tropicales siguen siendo las situadas en Canarias, Melilla y Cádiz, con más de 100 días al año con este fenómeno. Sin embargo, en ciudades como León, Bilbao, San Sebastián, Valladolid, Burgos, Oviedo o Teruel se han registrado noches tropicales en los últimos veranos. No obstante, en los datos históricos de la Agencia Estatal de Meteorología, estas ciudades anotan noches sueltas. En otros puntos de la península ibérica, lo anormal es ver el mercurio por debajo de los 20 grados. En Alicante o en Murcia, con datos hasta el 14 de agosto, nueve de cada diez noches de este verano, desde el 1 de junio, han sido tropicales. También ocurre en Valencia o en Almería. Este calor sofocante no ha quitado el sueño solo en la costa. En el interior peninsular también es cada vez más difícil poder dormir. Según los expertos, las fases del sueño se obtienen cuando las condiciones externas son favorables, es decir, con una temperatura alrededor de los 18 a 22 grados. Los habitantes de la capital castellanomanchega pasaron siete de cada diez noches del verano de 2023 por encima de los 20 grados. Hace 50 años, esa cifra apenas llegaba al 18% del total de la época estival. Este es un denominador común, el número de jornadas tropicales no ha dejado de parar crecer en las últimas décadas. Las jornadas nocturnas tórridas también han crecido en número. En 1974, ver los termómetros por encima de los 25 grados en la madrugada era exclusivo de unas pocas estaciones de la Aemet. Cádiz, Las Palmas de Gran Canaria o Cáceres, según los datos recopilados por este periódico, eran las capitales de provincia que llegaron a estos guarismos a mediados de los años 70. Medio siglo después, la cifra se ha multiplicado. En algunas ciudades, incluso, en una década se ha quintuplicado. Valencia, en 2023, vivió un tercio de sus noches de verano por encima de los 25 grados. «El calor por la noche se suele asociar a disconfort, pero a la larga puede generar problemas de salud física y también mental», señalaba el pasado periodo estival Cristina Linares, científica titular del Instituto de Salud Carlos III . Problemas que a la larga pueden desembocar en un fatal desenlace. Varias investigaciones médicas han relacionado el calor nocturno con la mortalidad. Un estudio publicado en la revista científica Environmental Epidemiology en 2021 puso el foco en las noches calurosas en el sur de Europa y encontraron una fuerte relación entre la duración y el exceso de noches calurosas con una mayor mortalidad, especialmente en Portugal.