Irina, de 57 años, tiene colgado en el pasillo de su casa un tapiz con la efigie de Lenin. Es uno de los pocos objetos que conserva de su padre, un valorado catedrático de Marxismo-Leninismo de Berlín cuya plaza desapareció tras la reunificación. Desde entonces, la familia vivió de una generosa subvención, pero perdió el prestigio y el futuro. Irina se formó como farmacéutica, pero nunca llegó a ejercer. Vive en Jena, en un adosado de tres plantas, y no tiene claro si el próximo domingo, en las elecciones regionales de Turingia, votará a la derecha populista nacionalista de Alternativa para Alemania (AfD) o a la izquierda nacionalisata populista de Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) . El común denominador de estos...
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