Jesús Corbacho Vázquez (Huelva, 1986) no ha dado el paso al frente, sino de gigante, al alzarse con la Lámpara Minera de la 63ª edición del Festival Internacional del Cante de las Minas . Un concurso al que ya se había presentado en varias ocasiones. En 2008 obtuvo el premio por malagueñas, y, sobre todo, ha acudido acompañando a bailaores. Disciplina ésta del baile que la tiene en casa, puesto que su mujer y madre de sus tres hijos es Saray Reyes , bailaora hija de Juan de los Reyes y a la que conoció en el tablao flamenco Los Gallos. Su primer gran recital tras el galardón (también obtuvo el primer premio por Mineras y Guajira) será el 31 de agosto en el Museo Minero situado en el pozo de San Juan de Andorra (Teruel), cumpliendo con la tradición de que el ganador en La Unión 'debuta' después en la localidad aragonesa. Confiesa que iba al festival murciano para ganarlo, para regalarle a su padre el gusto de verlo triunfar en solitario. «Iba a ser la última vez, este concurso es para gente joven», dice. Corbacho no es una promesa, tiene una trayectoria tan larga como consolidada. Sin darse cuenta, la empezó con dos años, cuando ya recuerda cantiñear los fandangos que le enseñaba su padre. Como cantaor de baile ha acompañado a grandes artistas como Mario Maya, Milagros Mengíbar, Merche Esmeralda, Rocío Molina o Pastora Galván . Y este septiembre se le podrá ver en los espectáculos de la Bienal de Flamenco de Sevilla de Eva Yerbabuena (Teatro de la Maestranza, 25 de septiembre) y Mercedes de Córdoba (Teatro Central, 28 de septiembre). Se le abre un «año de oportunidades» y tiene la humildad y las ganas de aprovecharlas todas. Entre sus proyectos, también, la grabación del que sería su segundo disco tras 'Debajo del romero' (2009). «Estoy súper feliz y súper contento. Me presenté con la intención de que esto fuese una ventanita para poder sacar la cabeza cantando en solitario. Ya hemos cerrado cuatro o cinco cosas cantando solo. No es por buscar protagonismo ni mucho menos, es porque como tú te expresas cantando solo no es igual que cantando para el baile». Sin embargo, recuerda, «las grandes figuras del cante han cantado para bailar. Desde Mairena, Carmen Linares, Morente, Fosforito, Miguel Poveda, Mayte Martín, Arcángel, Chano Lobato ... Todavía queda la cosa de que cantar para bailar es algo malo, pero si el ole viene, da igual dónde estés sentado». El cantaor pone algunos ejemplos de esa forma de sentir el flamenco en absoluta libertad. «En 2023 me dieron el premio al mejor cante de acompañamiento en el Festival de Jerez e iba aparejado a un recital en solitario. Me preguntaron en la rueda de prensa qué iba a cantar y dije que no tenía ni idea. Voy a aprovechar la ocasión para dejarme llevar en lo que sienta. El cante no deja de ser cante para acompañar al baile pero tienes que ir más medido. Sobre todo en los tiempos de hoy. Antiguamente, sin que se moleste nadie, se bailaba más el cante. Es decir, había menos montaje». Para el artista onubense la clave del buen cante es la escucha más que el ensayo: «Lo que yo más valoro es que el cantaor sea aficionado. En el cante la manera de ensayar o estudiar es el escuchar. Yo en mi casa canto poco, por no decirte casi nada. Cantar lo hacemos en el escenario. Pero porque también tienes que tener repertorio y recursos». Con todo, Corbacho valora como «súper interesante, valiente y muy flamenca» la programación de la Bienal de Flamenco de Sevilla . «A veces a los programadores no les gusta arriesgar y a mí como aficionado me gusta la variedad. Para mí es igual de flamenca la escuela sevillana de Milagros Mengíbar que la escuela racial de Manuela Carrasco. Ha sido un acierto de la Bienal programar más cante y que haya tanto flamenco. Está claro que hay que evolucionar e investigar, pero también creo que sobre todo hay que contar la verdad en todas las disciplinas. No hacer cosas por vender o quedar de moderno». El ganador de la Lámpara Minera dice sentirse cómodo con la guajira, la soleá, la malagueña y, obviamente con el fandango, palo que le inculcaron sus padres, ella de Aracena, él novillero de Los Marines, con apenas dos años. «Los cantes de Levante también me encantan, y ahora más todavía. Valderrama, Pepe Marchena, Gabriel Moreno... Pero es verdad que depende mucho del día, de cómo tenga el cuerpo. Intento siempre cantar para que sea verdad y poder contarlo, como me siento en el momento». Sobre si se canta igual para un público local o extranjero, un aficionado o uno entendido, Corbacho responde tajante: «Eso de entender de flamenco es relativo. Cuanto más sabe uno, más se da cuenta de que no tiene ni idea. En el flamenco no se termina de aprender. Yo soy muy exigente conmigo mismo, por eso lo más complicado es quedarme a gusto. Pocas veces me escucho. No he visto los vídeos de la semifinal ni la final, me gusta quedarme con la sensación que tuve y ya está». Con 17 años y después de ganar el Primer Premio Nacional de Fandangos del Certamen Paco Toronjo en Alosno en las categoría de infantil y adulto, fue becado por la Fundación Cristina Heeren. Sus dos maestros allí fueron Paco Taranto y José de la Tomasa . «Aprendí mucho de ellos, no sólo de escucharlos cantar, sino de escucharlos hablar también». Después bebió de Pastora Pavón, Mairena, Caracol, Marchena, Valderrama... Y continuó su aprendizaje en la academia de Alicia Márquez, donde aprendió a cantar para bailar. ¿Su universidad? La calle. «Es una parte imprescindible y hay que tener cuidado, cada vez hay menos flamenco de calle. Lo bonito está en el equilibrio. Los tiempos cambian, obviamente, los flamencos ahora vamos al gimnasio, nos subimos con la botellita de agua al escenario, pero la parte de la calle, la vivencia, es imprescindible». Por esta razón también valora el papel que cumplen los festivales de verano como mantenedores de la «esencia». Este año he ido con La Piñona al de La Puebla de Cazalla y en los camerinos con El Pele y Cancanilla , que estaban a ver quién cantaba más. Lo tengo dentro. El día de la Lámpara Minera acabamos a las 8 de la mañana en El vinagrero, un restaurante de La Unión. Estuvo Pepe de Pura, Enrique el Extremeño, Encarnación Fernández ... Esa es otra noche que me llevo». Y de los pueblos a los grandes escenarios. Ha estado acompañando en el City Center de New York, la Opera House de Sydney, el Teatro Chaillot de París o el Sadlers Wells de Londres. «Me encantaría ver mi nombre en alguno de esos lugares cantando en solitario. Además creo que se debe apostar más por el cante en el extranjero, aunque el público no entienda la letra». Una última pregunta, Jesús. Entonces, ¿el flamenco nace o se hace? «Tienes que tener algo. En el cante hay que nacer con un mínimo de cualidades, tener voz y oído. Y a ser posible ritmo, aunque hay muchas figuras que su virtud no ha sido el ritmo... Después es como todo, al final un diamante, en bruto, es una piedra . Hay que trabajarlo y pulirlo. El cante se aprende, pero tienes que tener algo nato, pero para todo es igual. Ese don ni se compra ni se aprende».