Ofrezco como pruebas de amor a mi esposa los conciertos a los que ella me ha llevado, o me ha arrastrado, muy a mi pesar, jalándome suavemente como si fuera su mascota, prometiéndome caricias, mimos y engreimientos si me portaba bien. El primero de ellos, un recital de Justin Bieber, tuvo lugar Los Ángeles, ciudad en la que nos encontrábamos de paso. Aunque mi esposa se confesaba masivamente enamorada de dicho cantante, yo no sabía quién era Bieber, vine a saberlo gracias a ella, que me hacía oír sus canciones, y se grababa cantando y bailando esas canciones, y me decía que Bieber era el gran amor de su vida: -Si Justin me dice para irme con él una noche,...
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