Es la quinta columna consecutiva que dedico –¿existe otra forma de describirla?– a la tragedia venezolana. Lo hago porque no dispongo de otra opción moral y porque de Primo Levi, Hannah Arendt, Albert Camus, J. M Coetzee y Doris Lessing se aprende a insistir sobre aquello que, por monstruoso, no puede olvidarse. Todo autoritarismo, y por tanto cualquier colaboración –por conveniente que pareciera a los socios del Tercer Reich, a la Francia de Vichy, al Partido Comunista de la Primavera de Praga o a la Sudáfrica del Apartheid– debe ser señalada. Tras un mes de las las elecciones fraudulentas de Nicolás Maduro , que la Corte Suprema bajo su poder dio por válidas, con dos mil personas apresadas y torturadas...
Ver Más