Cumpliendo o su propio verso, como un endecasílabo de la madrugada de noviembre, «para morir es buena cualquier hora», Rafael Laffón ha muerto, y quienes en Sevilla escribimos nos hemos quedado sin maestro, sin un mayor a quien preguntar, sin una mesa de camilla donde acudir una tarde. Julio de la Rosa me preguntaba habitualmente por nuestra larga deuda no saldada con Rafael Laffón: —¿Y el maestro Laffón, hace mucho que no lo ves? Sí, hacía mucho que no veíamos al maestro Laffón, pero lo seguíamos viendo en su obra, vigilia del jazmín, adviento de la angustia, corazón a dos aguas de la difícil Sevilla de las ramas ingratas, cicatriz y reino de la poesía en el silencio y la...
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