Temblaron los cimientos de la Ciudad Eterna y quedaron salpicadas sus 'domus' de sangre entre el 68 y el 69 d. C. Aquel fue un tiempo maldito que, según escribió Cornelio Tácito, «estuvo cerca de acabar con el estado». Y no exageró ni un ápice el historiador. La poderosa Roma, que vivía desde Augusto una sucesión mansa al calor de la dinastía Julio-Claudia, padeció tras la muerte de Nerón un turbulento período en el que sentaron sus reales en el trono hasta cuatro emperadores: Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano. Así, cual lista de reyes godos. Y lo peor es que lo hicieron a costa del innoble arte de traicionar y liquidar a predecesores y adversarios. Pero hasta en los peores momentos anhelan los mandamases un respiro veraniego, y el conocido como año de los cuatro emperadores no fue una 'rara avis' en este sentido. Nerón Claudio César Augusto Germánico solía, como otros tantos romanos de clase alta, pasar sus vacaciones en la bahía de Nápoles. Narran las crónicas que su región favorita era la localidad turística de Baiae, hoy Bayas , y que se alojaba en una mansión regia que había prestado a Popea Sabina, su segunda esposa. La urbe, ubicada en la costa de Campania y de clima afable, era considerada una suerte de capital del pecado de la época. Bebida, orgías, fiestas... De todo ello disfrutaron personajes como Julio César y la 'jet set' imperial. Servio Sulpicio Galba, que se asió al poder a los 72 años tras el suicidio asistido de Nerón, disfrutaba de su descanso en una localidad ubicada en los montes Albanos, a unos 30 kilómetros de Roma. «Acostumbraba a pasar el verano es Tusculum», dejó sobre blanco Tácito. Su ubicación privilegiada, con preciosas vistas a la Ciudad Eterna , su exuberante vegetación y sus aguas cristalinas convirtieron esta urbe en una suerte de barrio residencial al que acudieron durante siglos personajes de la talla de Catón o del mismo Cicerón. Además de las vistas atesoraba un punto exótico, pues estaba construida alrededor del borde del cráter de un volcán. Poco sabemos de los veraneros de Marco Salvio Otón , el hombre que relevó a Galba después de que este fuese asesinado. Es lógico: no tuvo tiempo de disfrutar de unas vacaciones estivales al ascender al poder en enero del 69 d. C. y terminar asesinado en abril. Y otro tanto le sucedió a Aulo Vitelio. De Tito Flavio Vespasiano sí tenemos más datos. Las crónicas narran que el cuarto emperador en discordia escapaba de las altas temperaturas veraniegas en una villa cercana a las termas de Cotilia, en la región de Campania. Allí disfrutaba de unas aguas que Plinio definió como «muy frías» y con capacidad para «penetrar el cuerpo como una succión que parece una mordedura», pero «muy beneficiosas para el estómago, las articulaciones y todo el cuerpo». Vespasiano tuvo fortuna: fue el único emperador que sobrevivió a aquella época tan abyecta. Sin embargo, expiró su último aliento en la misma villa en la que veraneaba. Lo hizo un 23 de junio del 79 d. C. y víctima de una inflamación intestinal que le produjo una diarrea aguda. «Sintiéndose de pronto desfallecer a causa de un flujo de vientre, dijo: ' Un emperador debe morir de pie '. Y, en el instante en que procuraba levantarse, expiró entre los brazos de los que le ayudaban», escribió Suetonio.